La revolución de las mecedoras

Ya sé que pudiera estar incurriendo en lo que comunmente se conoce por utopía. Pero yo no lo veo así. Sacar las mecedoras a la calle a tomar la fresca y a tertuliar entre vecinos, sobre todo por las calusosas tardes-noches veraniegas, era hasta hace relativamente poco tiempo, una costumbre muy arraigada y popular en esta ciudad que acoge a todo el mundo, y por eso prácticamente todo el mundo nos toma el pelo, desde los guiris hasta los de Parla. No había ningún tipo de problema de inseguridad vecinal ni nada por el estilo, y mucho menos trifulcas por restar uno de mil espacios de aparcamiento. Nada de eso había, y sí, por contra, muy buena relación entre los vecinos de una misma calle, que se conocían a la perfección e incluso compartían viandas, artilugios, cosas. Funcionaba el compañerismo e incluso la fraternidad, que por algo lo recogen los Evangelios. Ahora que estamos tan adelantados en todo, resulta que se han perdido valores de los más esenciales y humanos. Vamos a tener que echar otra vez de la utopía, ponerla en marcha, sacar las mecedoras a la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo, como diría el poeta, y revolucionar las aceras haciendo lo que podríamos calificar como «el mecedoring», que, visto así, en frío, hasta suena bien.
Por otro lado, diré, y es una modesta opinión, no vaya a ser que me cuelguen por eso, me agrada esa idea, quizá un tanto forzada, de ejecutar los presupuestos municipales por trozos, modificando las partidas las veces que la ley lo permita, y contando -si se cumple todo y bien- con los apoyos necesarios, menos de los que no quieran apoyar, que esa es harina de otro costal. Y esta idea la apunto porque voy a desvelar ya -para qué ocultarlo- que estoy preparando otro ensayo aproximado sobre lo que está sucediendo en la política local y que va a llevar por título -si Dios quiere y venzo la pereza- «El sueño de Pentalandia». Y es que, aunque alguno no se lo crea todavía, no dejo de ser un anarquista silencioso, pero desde hace mucho tiempo, desde que comprendí la posibilidad de revolucionar la calle con una simple mecedora. Buena quincena a mis lectores todos, masculinos y femeninos.

Óscar A. Claramunt

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