Hay acontecimientos que, desgraciadamente, nos sacan abruptamente de la monotonía informativa estival. Los atentados de Barcelona y Cambrils nos han sacudido como sociedad hasta lo más profundo, haciéndonos despertar de golpe y porrazo de la rutina veraniega y el letargo vacacional. Y es que, precisamente, esas vacaciones, donde la guardia está más baja, y sus consiguientes aglomeraciones en los lugares turísticos son un llamativo reclamo para quienes pretenden sembrar el caos. Torrevieja, lugar que precisamente ahora hace 79 años veía llegar el terror desde el cielo, ya ha tomado buena nota y ha reforzado la seguridad con bolardos y una mayor presencia de efectivos policiales para que nada perturbe la tranquilidad de residentes y visitantes. Y nada mejor que la tranquilidad para frustrar a quienes pretenden provocar el terror. En Torrevieja, continúa la rutina veraniega habitual, con las playas y paseos hasta la bandera, y, por las noches, las fiestas y actos culturales «a la fresca»: tras las fiestas de San Roque y la verbena de la Hoguera Molinos del Calvario, resuenan por las calles de la ciudad los acordes del Festival Internacional de Bandas, mientras se preparan las fiestas asturianas en honor a la Santina, el festival de cine de verano «Eras de Cine… Clásico» y las fiestas patronales de la pedanía de La Mata. Y, entretanto, recordamos a las víctimas, tanto a las de hoy como a las de hace 79 años, mientras nos preguntamos por qué demonios no podemos vivir de una vez todos en paz.
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