Hoy he llorado…

Hoy he llorado, y me siento herida. Angustiada y con miedo a lo que pueda pasar. Hace unos años, conocí Barcelona en unos viajes y me enamoré de ella; de sus monumentos, su belleza y cosmopolitismo de razas, lenguas y culturas varias que la engrandecían en su diversidad, y ya no he vuelto a ir. Ahora la vuelvo a ver en otro contexto estremecedor, no enriquecedor ni plácido, de enfrentamiento y ruptura con España, incomprensiblemente irracional en una democracia en paz de justicia y derecho. ¡Es terrible lo que nos pasa! Nunca imaginé, ni en sueños, que esa Barcelona a la que yo, aprendiz de poeta, le hice unos humildes poemas, ensalzando su hermosura y policromía, pudiese ser esta otra, que en la actualidad se enfrenta en enconada lucha por un nacionalismo separatista republicano que subyace, según, desde tiempos inmemoriales soterradamente, de raíces, patrias. Catalana de origen, lengua, cultura, bandera, ideologías varias, ahora unidas entre sí. Estos nacionalismos excluyentes, secesionistas desde siempre, al mundo han hecho daño enfrentando países por unas causas u otras y han propiciado guerras en la actualidad, sangrientas y dolorosas todas ellas, como la de los Balcanes, con la ya desaparecida Yugoslavia. Ahora, este cataclismo nacionalista separatista, con su discutible pacifismo, está destruyendo la paz y la concordia y separando entre sí no sólo a Cataluña y catalanes, sino también al conjunto de España y sembrando dudas de su democracia. Pero este conflicto no hubiera llegado al punto en que estamos si Rajoy, envuelto en su «chubasquero para las tormentas», esperando que éstas escampen por sí solas, tras su manifiesta inercia e ineptitud, sin saber tampoco cómo despejarlas; hubiera creído neciamente, como siempre, que ésta pasaría y sólo sería una tormenta de verano, que ha llegado a ser, por su torpeza, un tsunami que está arrasando los cimientos de la convivencia entre todos, catalanes y españoles.
Cuando Puigdemont y su núcleo nacionalista pedía desde hace años ser reconocida Cataluña no como región y autonomía, sino como nación, más competencias de las que tenía, entre ellas la recaudación de hacienda, Rajoy «escapista de plasma» se quedó viéndolas venir, y no supo ser lo que debiera ser, un gobernante con talla de estadista XXXXXL. Luego, con su no al diálogo, lo que pudo ser un entendimiento a tiempo, se fue enquistando hasta llegar al paroxismo, en un enfrentamiento que no se sabe dónde va a llegar, en esta locura independentista, y para colmo, Rajoy sigue en la inopia, primero, impidiendo las votaciones rocambolescas, que no logró más que el ridículo, ni tampoco un referéndum pactado que hubiese sido lo correcto, y no la torpeza de mandar a las fuerzas de la Policía Nacional, que no era el caso, para esta situación no agresiva, donde los medios informativos extrajeros desplazados allí difundieron las violentas cargas policiales de la nación por todo el mundo, lo que nos ha dejado en mal lugar. Después, las detenciones y encarcelamientos, una muestra más de insensatez e incompetencia, y, para poder salir de ella y dar al fin una solución, saca ahora el famoso artículo 155, que dormía plácidamente sin estrenar en el libro de la Constitución Española y había que descifrar. Y, entre todo este desaguisado, la huida de Puigdemont, otro «escapista de plasma», buscando ayuda y protección para su causa en Bruselas, sede de la Unión Europea, con unos defensores a ultranza del separatismo flamenco en Bélgica, poniendo a caldo la democracia. Todo ello se confabuló y estamos en un enrevesado laberinto donde salir de él… Esto no sabemos a dónde nos lleva, como estamos de desunidos, enfrentados, soliviantados y destrozados por esta bomba nuclear que nos ha estallado de un día para otro, y son dos los que han apretado el botón rojo. Hoy he llorado, y entre los poemas que hice a Barcelona, hice uno a las ramblas. Su estampa colorista, su alegría, su ajetreo, con su diversidad de gentes, y tras el atentado yihadista, volví a hacerle otro poema de dolor y muerte en las ramblas.
Hoy he llorado y no sé lo que seguiré llorando…

Josefina García

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