No se trata de un exabrupto admitido por la Real Academia de la Lengua Española soltado a las bravas. No. Creo que es una simple, llana y popular expresión que viene al hilo de la noticia de la semana, según mi corto entender. Es una evidencia que los vecinos, de los barrios que sean, tienen el deber social y la obligación moral de reivindicar aquellas consideraciones que estimen oportunas, y que de forma directa les afectan a su vida, a su dignidad como personas y a los servicios básicos que deben funcionar religiosamente, como ellos pagan religiosamente sus impuestos. Parece una perogrullada, pero es una verdad como un castillo. Y, como pagan, deben exigir que los servicios funcionen: que las aguas sucias vayan al alcantarillado; que cuando abran el grifo salga agua potable; que cuando salgan a sus calles, éstas estén iluminadas; que los niños del entorno puedan disfrutar de las zonas verdes ajardinadas pertinentes, de esos espacios públicos vitales que dicen mucho de una sana ciudad; que las aceras estén en condiciones para los peatones, y que el asfaltado sea el óptimo para el discurrir de los automóviles. En definitiva, que las cosas funcionen, las cosas más básicas y elementales. No es de recibo que unas urbanizaciones sean de un nivel y otras de otro muy, muy por debajo. Es plausible que los vecinos de la Torreta III hayan ganado un contencioso al Ayuntamiento, y que éste deba ahora reurbanizar la zona; también sería oportuno y conveniente que la Torreta II (mi amigo Rodolfo se puede ver beneficiado) tuviera la misma consideración. Pero lo que me llama poderosamente la atención es que durante casi 28 años (que se dice pronto) hayan mantenido un silencio sepulcral; un silencio que nos violentaba a todos los ciudadanos, a los de una zona u otra. Es obvio que hay que reurbanizar, pero eso no se acomete en un año ni en dos, debe realizarse mediante una inversión plurianual. Y hay que hacerlo. Pero, ¿por qué demonios se ha despilfarrado tanto dinero en grandes fastos, subvenciones a diestro y siniestro (diestras y siniestras), paguicas a mayores y matrimonios, sobrecostes en obras públicas… y un sinfín de barbaridades? Ahora vamos viendo las consecuencias de unas políticas equivocadas, de mandar en una sociedad como la nuestra sin haber puesto los mimbres para gobernarla con responsabilidad y eficacia. Ahora, a este actual equipo de Gobierno le viene la responsabilidad de hincar el diente a este y otros problemas que tiene sobre la mesa. Y, para ello, es imprescindible tener la herramienta necesaria: aprobar los Presupuestos Municipales. Y esa responsabilidad la tienen todos: los verdes, los rojos, los azules, los naranjas… Y ahí quiero verlos. Ojalá que no defrauden, todos, las expectativas. Al final saldremos ganando todos. O perderemos.
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