Cuando las huestes del PP de nuevo se hicieron con el poder, pronto empezaron a dar forma y cuerpo a la «plaza ganada», e hicieron un coto particular para encumbrarse tras él, al haber ganado el gobierno. Y, valiéndose de su mayoría absoluta, formaron su ideario más un decálogo de «buenas prácticas» dictatoriales. «Poder, dominio y manipulación», para seguir y perpetuarse con sus grandes mayorías; a fuerza de ejercer esas prácticas, presuntamente delictivas, sin importarles los valores esenciales que conlleva todo Gobierno. Y está obligado a ello, cuando se pronuncia y jura por su honor, su cargo: servir a la nación con justicia, etc., etc.
Ninguno de esos valores intrínsecos estaban en su decálogo. Sí estaban el hacerse con el poder, sea como fuese. Y ahí demuestran hasta qué punto han llegado, con su presunta corrupción a tope. Sus tentáculos y ventosas a todo se agarran e infectan. Lo último ha sido el no va más; el máster de los másters, de la «eficaz» presidenta de la comunidad madrileña Cristina «Cien-fuentes». La Universidad. Cuna donde se asienta todo el saber. La ciencia que da vida y cultura en todos los tiempos, a las naciones y los pueblos. Formando a sus ciudadanos en las distintas cátedras de las ramas del saber universal, en libertad, igualdad y derechos humanos, constitucionales, democráticos.
Si a la marca España, hecha ya unos zorros, le faltaba algo más dañino, vergonzoso y falaz es este gran fraude, este escandaloso espectáculo que lo cierra. Un vomitivo y enfangado broche sin relumbrones, que no sean ese esperpento de máster, de su «ilustrada universitaria» que sigue y sigue, como el famoso «conejito» de las pilas alcalinas. Impertérrita, con sonrisa triunfante y su ya famoso «no dimito, no me voy, yo sigo aquí y no me voy a ir», mientras enseña una y otra vez su falso máster y se aferra a su mentira, digan lo que digan los «demás». Y es que los tentáculos, las ventosas y el poder dan tanto «juego», y es tan jugoso y tentador… el jugar.
Tras el súper máster y todo ello, Cristina «Cien-fuentes», con «rubor» de colorete, dice ufanamente cuando le piden su dimisión: «Vosotros chuflad, chuflad, que lo que es yo… noooo… dimito», y ataca. ¿Tendrá algo «sustancioso» que decir? Y, a todo esto, la política encharcada, los estudiantes, con razón, indignados, manifestándose pidiendo dimisiones, igual los pensionistas con sus estrecheces, y sus pensiones de «M». Los políticos, de los pelos. Rajoy no sabe, no contesta. Y Puigdemont, de «turismo», los dos, sin dar solución inteligente a la odisea secesionista, y el pueblo, confuso, patidifuso y cabreado; entre Pinto y Valdemoro, sin saber qué va a pasar ni a quién votar para dirigir un cotarro honesto y salir de éstas. Y aquí fin de la historia de los tentáculos, las ventosas, el máster y demás protagonistas.
Josefina García
Dicho con respeto: juntar letras para no decir nada.