En todos los sitios tiene una vecinos que son un encanto o «hijos de su madre». Es a propósito de esto que mi artículo va dedicado a los primeros, ya que a los otros, como son pura envidia, celos y cotilleos, es mejor negarles hasta la palabra. Hace unos meses íbamos paseando con nuestros perritos, cuando oí, en una casita baja, al pasar, ruido fuerte de agua que salía de alguna rotura; avisamos a la familia de enfrente y resulta que los dueños de la casa «averiada» estaban en Madrid: rápidamente se les cortó el agua de la general y esa vecina le avisó a la hija que vive en Alicante. Al día siguiente vinieron ella y su marido y repararon la rotura, que era la manga de regar el jardín que tenía una raja grande y salía el agua a chorros. Ya podéis imaginar el agradecimiento de los señores por el ahorro en la factura, que hubiera sido enorme. Hace como un mes nos pasó algo similar con unos vecinos, 4 casas separados de la nuestra, que tenían todo el patio y el pasillo anegado. Mi marido, como vivimos aquí todo el año, tiene llave de todos los contadores y también se les cortó y les avisamos. Vinieron y ella tuvo un detalle que siempre le agradeceré, como sabe que me encanta leer y tengo muchos libros (soy tan empollona como el hijo de ellos), me regaló «En la orilla», de Rafael Chirbes; una narración sencilla, fácil de entender, que cuenta la actualidad que estamos viviendo en España y el resto del mundo. No es que quiera hacerle propaganda gratuita al autor, pero me ha gustado la elocuencia de su prosa, que da la casualidad de que es similar a mi estilo, para llegar a esas personas maravillosas que nos leen y lo mejor es ser nosotros mismos, sin artificios, sin jorobar a nadie que se te atraviese en la vida y con el máximo respeto y cariño al lector.
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