Ramón Rubial

La post-modernidad, o lo que le haya sucedido, nos dibuja un panorama en la política en el que no faltan los motivos para echarse a temblar. Y esto es algo que sucede en todas las formaciones políticas, no quiero recurrir al «y tú más» ni a la ceguera selectiva, que como un desmemoriado fingido ve siempre la mota en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. En los cimientos y ventanales de las organizaciones políticas, al igual que en la sociedad de la que surgen, pululan personajes y personajillos de medio pelo, con ambiciones poco confesables y refulgentes másteres de todo a cien. La naturaleza humana en toda su crudeza. Lo mejor y lo peor de lo que somos capaces, pugnando en la primera línea de la toma de decisiones, en la frontera donde se pergeña a bote pronto el futuro de todos. Si uno lo piensa con hondura, el escalofrío es de antología.
El grado de deterioro al que ha llegado la imagen de la clase política española es brutal, por no decir escandaloso. Hasta el punto de que familiares y amigos, embebidos en ese caldo de cultivo, tuercen el gesto cuando algún incauto se atreve a dar el paso a la misma. Lo cierto es que lo peor que puede sucederle a una generación política es que la ciudadanía tenga nostalgia por generaciones políticas anteriores, y no por cuestiones sentimentales, sino por una obvia y sencilla comparativa de capacidades. Por eso quiero reivindicar hoy, 24 de marzo, en el decimonoveno aniversario de su muerte, la figura de Ramón Rubial, un histórico dirigente del socialismo vasco y, por ello, del español y europeo.
Uno echa de menos políticos de esta talla, en este ahora en que suenan por Europa, de norte a sur y de este a oeste, viejas melodías del siglo XX, melodías que escondían el germen de la discordancia en sus acordes y que llevaron a millones de personas al horror más absoluto. Un horror que cayó de manera atroz sobre la vida personal y política de Ramón Rubial y que le mantuvo preso en cárceles franquistas casi veinte años, pero que no pudo acabar con el espíritu de libertad y socialismo que latía en su corazón de luchador.
En estos días, he releído algunas de las reflexiones que dejó escritas y no puedo más que recomendar a tirios y troyanos esa lectura y confesar que siento un profundo respeto por la entereza de sus convicciones, por la firmeza en que defendió hasta el último aliento sus principios.
En la década de los 80 del siglo pasado visitó, en su condición de presidente del PSOE, la Casa del Pueblo de Torrevieja, de la mano de Josefina Quereda. Visita que es aún recordada con cariño y admiración por veteranos del partido socialista local. De esa fuente bebo y nutro mi actividad política. Algunos, cuando salí elegido secretario de organización local, pensaron que sería una marioneta en manos ajenas. Está claro que se equivocaban. Sirvan estas palabras como sincero homenaje y recuerdo a Ramón Rubial.

1 comentario

  1. » personajillos de medio pelo, con ambiciones poco confesables?»

    Va de guapo y quiere pernoctar en Moncloa y ostentar pensión vitalicia de presidente del Gobierno sin ganar unas elecciones?

    Ah, y todo su pensamiento político escrito cabe en su sello de correos?

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