Deseo que mis primeras palabras sean para el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Enhorabuena, Presidente. Le felicito, por educación parlamentaria; y aprovecho la oportunidad para diferenciarme totalmente del resto de las formaciones políticas torrevejenses, que JAMÁS han tenido conmigo este simple detalle de cortesía, por «cometer el enorme pecado» de ganarles todas las elecciones municipales y nacionales a las que me he presentado, con las siglas del Partido Popular. No todos somos iguales. No puedo desearle suerte al Presidente Sánchez. Si lo hiciera, debería renunciar como Diputado Nacional inmediatamente, ya que les estaría deseando suerte al mismo tiempo al Presidente racista de Cataluña, Joaquín Torra, y a los herederos Batasuno-etarras de Bildu, que sobre sus hombros han llevado al líder socialista con el peor resultado electoral de la democracia a la Moncloa. A quien sí le deseo suerte es a Albert Rivera. La va a necesitar. Ya no engaña a nadie. Ha intentado apropiarse de toda la gestión de Mariano Rajoy y de su Gobierno desde el minuto cero. Fue el primero que manipuló intencionadamente la sentencia de la Audiencia Nacional en el caso Gurtel, mintiendo conscientemente al señalar que se condenaba penalmente al Gobierno de España. Esta falsedad premeditada marcará para siempre su relato. Albert Rivera fue el agente imprescindible e impulsor de la segunda operación política más dañina para nuestra democracia en este siglo; la primera fue la tentativa golpista catalana del fugado Puigdemont, abortada por Mariano Rajoy, con el apoyo traidor y ausente de sinceridad del actual Presidente del Gobierno y del autor intelectual de la moción de censura, Albert Rivera. En la Moncloa, como en Torrevieja, todo ha valido para apartar al Partido Popular del Gobierno. Y allí como aquí, Ciudadanos ha priorizado su interés particular como partido político al interés general de todos los torrevejenses y de todos los españoles; el resultado de la influencia política de Ciudadanos en estos 3 años en la ciudad de la sal ha sido catastrófico. En Madrid, las metidas de pata de Rivera tienen idéntico resultado. Ha impulsado un gobierno Frankenstein, hiperventilando su ansiedad. Ha regalado a Podemos la posición de mayor influencia política jamás imaginada. Ha facilitado la conformación «express» del Gobierno anti-español de la Generalitat Catalana, marioneta de Puigdemont, mientras Inés Arrimadas se convertía en una inútil estatua de sal. Esta es tu obra, Albert. En el dulsísimo nombre.
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