…O la osadía del cero a la izquierda

Estas palabras no quieren ser neutrales, no quieren quedarse en la comodidad de lo equidistante. Estas palabras quieren tomar partido contra los irredentos de «la política es muy complicada y vosotros no estáis preparados». Contra los angélicos y beatos cofrades de «aquí, o se hace mi santa voluntad, o rompo la baraja».
Estas palabras toman partido a favor de la osadía de los que muchos acusaban de ser ceros a la izquierda y acabaron siendo protagonistas inesperados. Ceros a la izquierda como Rosa Parks, que en el asiento de un autobús público en Alabama cambió el rumbo de los derechos civiles en los Estados Unidos. O como Clement Attlee, ninguneado hasta la caricatura por el ganador de la II Guerra Mundial, Winston Churchill, pero al que Attlee ganó las elecciones y terminó sentando las bases del estado de bienestar tal y como lo conocemos.
¿Qué tendrá la política que muchos de quienes participan en ella acaban por demostrar que no estaban preparados para el ejercicio del poder y asumir cargos de representación pública?
¿Qué tendrá la política que a algunos les resulta tan difícil decirle adiós y quedan como el perro del hortelano por las esquinas buscando aliados sin más ligazón que el odio a lo que quedó tras su salida?
Convendrán conmigo que esa clase de política se acabó tras la sentencia de la Gürtel. O deberíamos acabarla entre todos. Lo cierto es que no tiene cabida en el terreno de la polis del siglo XXI.
Los destinos de una colectividad, de un país, de una ciudad, no pueden estar regidos por la irascibilidad, por los celos y envidias de personajes temperamentales que actúan como si la Historia, el futuro, la ciudad misma, fueran a desaparecer con ellos.
Dicen que la resolución de los conflictos entre iguales pasa por que cada persona aprenda a estar en paz consigo misma. No estaría de más tomar buena nota para el año electoral que nos viene encima, en el que todos los partidos van a convertirse en un novelón de «Guerra y Paz», en un recolector de rumores, «fake news» y aguas fecales.
Si trabajosa será la gestión del cómo llegar a la jornada electoral, no menos enrevesada será el cómo saldremos de ella. Me refiero al resultado. Si, como nos dicen los sondeos locales, ningún partido obtendrá la mayoría para formar gobierno en solitario, habrá que negociar. Y tanto el talante como la preparación, como el conocimiento previo (y aquí nos conocemos todos) que cada uno de los negociadores tengan del resto, determinará los acuerdos que puedan alcanzarse.
Tal vez la línea a seguir por todos sea cambiar la imposición de las ideologías por la persuasión de las ideas. Perder antes de iniciarse la guerra del tacticismo electoral para poder hallar la paz en forma de un nuevo Gobierno municipal de progreso. Saber ceder individualmente como partidos para acabar ganando colectivamente como sociedad. Tan simple, tan complicado como esto.

2 comentarios

  1. No, nada de neutralidad ni equidistancia, vosotros siempre con la revolución, la antiEspaña, el diálogo con la ETA, la transacción con los golpistas, el monopolio de los medios, y la corrupción rampante (Caso Andalucía). No digo lo que pienso por no faltar, pero lo que pienses aun te quedas corto.

  2. Está claro que no ha entendido nada de lo que el autor ha escrito en este artículo. Usted siempre haciendo honor a su apodo.

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