Hay personas a las que les va bien en la vida y honradamente ganan dinero con facilidad (ser espabilados), los hay que les toca la lotería (tener suerte), otros reciben una gran herencia (venir de familia rica). Hasta ahí, nada que objetar, pero los hay también que, estando oportunamente en el lugar adecuado y llevados de la avaricia mundana, se apropian de todo lo que no es suyo (ser un sinvergüenza). Si se roba a una persona, sólo te odiará una, pero si se roba a la sociedad, te pueden odiar 47 millones de ciudadanos y eso no tiene solución, a no ser que se restituya todo lo «mangado». Y yo me pregunto: Lo de querer ser millonario a toda costa ¿Para qué? Si el último traje no tiene bolsillos; no hay que olvidar que las tropelías rateras siempre van en contra de la ley humana y la otra, la divina. En fin, mis queridos lectores: Hay que poner las miras bien altas / y no sólo mirar al suelo / porque el remedio a nuestras faltas / no está en la tierra sino en el cielo.
Federico Barbero (Málaga)
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