La Mano Negra (2)

Juanillo visita a sus padres. Cuando tenía 20 años, le preguntó a Juanillo que si quería ir a ver a sus padres. «Como no los conozco», dijo, «no los echo de menos». «Bueno, pues te vas a ir un año a tu casa, pero ese día y a esta hora, debes estar en la orilla del agua, si no, no me verás más». El pescador, luego de entregar a Juanillo a la Mano Negra, al volver a su pobre y humilde casa, se encuentra con un palacio, muchos criados, caballos, carruajes, orzas llenas a rebosar de monedas de oro, piedras preciosas y a su mjuer vestida como una reina. Verdaderamente aquella Mano Negra era algo excepcional. Vuelve Juanillo con sus 20 años cumplidos y todo fue alborozo, buenos banquetes y felicidad, hasta que llegó el día y la hora en que debía acudir al agua con su amiga, pero como el palacio era tan grande se extravió y hasta que dio con la salida y corriendo llegó al punto de encuentro, era una hora más tarde. Vio el joven, con horror, que no había ni rastro de su amiga y, por más que la llamó, pasó la noche sentado y llorando sobre un altozano. Al día siguiente, viendo el cariz de los acontecimientos, se planteó el no volver con sus padres e irse por el mundo a correr aventuras. En una vaguada se encontró con un león, una hormiga, un águila y un galgo, que se estaban comiendo un burro muerto. Les dijo: «¡Buenos dias!», pero como estaban enfrascados desgajando la pieza, ni se enteraron. Cuando llevaba Juanillo más de 1 km recorrido, llegó el galgo, que le dijo que el león quería verlo. El pobre muchacho pensó… «se han comido al borrico y ahora me comerán a mí». Se armó de valor y allí acudió. Sale el león a su encuentro, que le dijo: «Perdone que antes, a causa de nuestra vesania con la comida, ni le hemos saludado, por eso, en recompensa…».

Continuará

Kartaojal

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