…al aya, porque quería descansar de tanto bullicio y relajarme a la luz que del firmamento emitían las estrellas, cuando héteme allí que, de pronto, alguien me arrojó una alfombra a la cabeza, empapada en alguna mixtura desconocida que me hizo perder el conocimiento. Al volver en mí, estaba en este castillo, teniendo como centinela y guardián a ese horrible monstruo, que me trata con extrema cortesía, pero no puedo salir del recinto, que está precintado en sus puertas y ventanas. Si algún día lograra la libertad sería volando (cosa imposible). Como comprenderás, odio a mi enemigo y apenas sí cruzo dos palabras con él». «Está bien, Alteza Amorosa. ¿Sabéis por casualidad qué es lo que más le gusta al ogro?». «¡Oh, sí; ir de caza!». Meditó un rato Juanillo, y luego dijo: «Mañana os mostraréis con él sumamente cariñosa y le pediréis si quiere ir a cazar, que estaréis encantada de acompañarle: el resto dejádmelo a mí, que os iré dando instrucciones». A los dos días, salieron por una puertecilla casi invisible los 2 personajes, y el gigante dijo, decepcionado, que sin un galgo acompañándolos no podrían cobrar las piezas. En esto que aparece Juanillo, convertido en «Dios y galgo». No se retiraba el galgo de junto a Amorosa, a la que dijo, mientras el gigante iba delante «ojeando»: «Ahora va a salir una liebre de esa linde, el gigante le pegará un tiro, corre tú a quitarle las vísceras y, al abrirle el vientre, saldrá volando una paloma… Me callo, que vuelve el gigante».
Continuará
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