Hemos tenido en la Parroquia dos domingos que califico de bonitos, pero con enjundia. Sustanciosos, sólidos y cristianos, claro. El pasado día 14 y en la misa de las doce que es la de la comunidad, se hizo por nuestro párroco el envío de las catequistas de comunión para el curso que ha comenzado. Catorce o dieciséis, que no las conté. Eso sí, estaban en fila frente al presbiterio oyendo atenta y solemnemente las palabras que se dicen a quienes van a dar testimonio del Espíritu. Quienes van a enseñar y a abrir ojos y entendimiento a niños y niñas que más pronto que tarde tendrán que enfrentarse a una vida llena de obstáculos y dificultades. Que el Señor las ilumine, pues la mies es mucha, pero entrelazada con cizaña, que es lo malo. La labor la realizarán evidentemente con alegría y acierto (seguro), por lo que, al final del camino, pediremos al Señor que muchos de los niños/as queden «empapados» de la doctrina que los hará más libres y mejores. Y siete días más tarde, o sea, el domingo pasado, ya se ha celebrado la primera misa de catequesis con la consiguiente algarabía a templo lleno, pues también entran algunos padres y madres, y, por supuesto, los de post-comunión y los de confirmación.
Por cierto, que también coincidió con el día del Domund. Una vez más, nuestra parroquia se significó por demostrar su ya reconocida generosidad con las canastillas llenas de sobres. Y hemos de alegrarnos, porque los misioneros saben multiplicar ese donativo importante y sus efectos, por mil. Evangelio, escuela, pan y medicinas, que todo se condensa en alegría y amor en el Señor.
Y, cambiando de tema, vuelve nuestro tiempo a su alegre normalidad. Se alejan las lluvias y viene el sol acompañado de unos puntos más en las temperaturas. También ha cesado ese ruido ensordecedor de la plaza del Ayuntamiento, con sus pitos cacerolas y bombos, que le ha ablandado el corazón a esa jueza que le ha dado rienda suelta a su sentido común para comprender que, por mucha irregularidad con la que se adorne a esa asignatura pendiente de la productividad, no se pueda pagar hogaño lo que se está pagando durante ¡veinticinco! Iníciense todos los expedientes habidos y por haber para regularizarlo, pero las familias que sigan cobrando mientras tanto. Tenemos para nuestra desgracia demasiados poderes en España. Locales, autonómicos, de Diputación, central del Estado. No es de extrañar, por tanto, que estén saliendo -a buenas horas, mangas verdes- partidos políticos y plataformas -platajuntas se decía hace años, ¿os acordáis?-, que abogan por suprimir las autonomías. Me pregunto qué clase de democracia es ésta que no nos deja a los ciudadanos pensar en ello en referéndum. ¿O éstos son sólo para los nacionalismos que quieren independizarse de España? Lo que está pasando es más grave de lo que pensamos los que disfrutamos de este estado de bienestar, que es también de letargo. Porque los cabezas de cartel que nos han sobrevenido para mandar no están a la altura de las circunstancias. Siguen pensando en el dinero y no ejercen la política para España, aunque sea en detrimento de sus ambiciones personales y de partido.
JortizrochE
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