Resulta que el domingo encenderemos la cuarta vela del Adviento, por lo que ya estaremos a unas horas de celebrar otro año la Navidad, aunque sigamos sin saber lo que es el tiempo y su medida, pues parece que fue ayer la pasada Nochebuena. Lo dividimos científicamente (el tiempo) en no sé cuántos parámetros: Eras, milenios, centurias, décadas, años con sus trimestres, que de eso saben mucho el Ministerio de Hacienda y la Agencia Tributaria (desengáñate, Juan, que sólo hay tres “verdás” en la vida: que “habemos nacío”, que nos tenemos que morir y que tenemos que pagar la contribución), semanas y días, que se suceden y nos envuelven a todos en una monotonía implacable. Nos levantamos cuando toca y casi siempre nos ponemos a hacer las cosas que hacemos siempre. Comemos y bebemos, unos más y otros menos y otros casi nada, y trabajamos, los que podemos, en nuestros afanes, que suelen ser en la mayoría de los casos por necesidades crematísticas… Término en desuso, pero que está relacionado con la necesidad imperiosa de obtener la pecunia y poder comprar cosas y bienes y algo más que no son bienes y cosas. El móvil, por ejemplo, que se me olvidaba, apéndice que hemos incorporado los hombres y mujeres desde el siglo pasado y nos es imprescindible para nuestra existencia. Ganarás el pan con el sudor de tu frente…
Pero hete aquí que somos racionales y por tanto pensamos (I+D+i). Y, para optimizar la consecución de esos objetivos antes citados, hemos inventado el método infalible. Si el bipartidismo político ha sido finiquitado, organicemos en este avispero, otras dos partes que cumplirán esa mítica función. Unos organizan y mandan y otros obedecen, ¿callan?, y trabajan. Los unos abren la boca llevando siempre todos la razón en todo, y los otros abren la boca al escucharles a veces con estupor, porque se sienten considerados como idiotas. Eso sí, como en esos pueblos que se hace alcalde o alcaldesa a una mujer por un día -¡qué gustazo!-, a nosotros se nos da un día para que votemos… en el aquelarre de la democracia. Elecciones, mágica palabra, al malo fuera y que vengan otros que están preparados para salvarnos, en la línea de salida. Relevo congruente, necesario y tal. Pues nos sirve de poco. Bla, bla y bla.
Pero bueno, yo quería hablar no de mi libro, como Umbral, que no sé escribir, sino de la Navidad, que ya está aquí otra vez en nuestras casas y debemos adornarla a poder ser dentro en el corazón. La familia que pueda, alrededor de la mesa. Y es que también me distrae leer de reojo una gran frase de estos días del excelente escritor chileno Jorge Edwards que emociona. Habla con entusiasmo de una compatriota, la gran Gabriela Mistral, de quien dice que fue “precursora, con mirada de largo alcance, de los espacios de libertad de nuestros mundos marginados y mal interpretados”.
Pero sí terminaré con la noche de paz que no está ni en los foros ni en las conferencias de los poderosos. Y porque tenemos el convencimiento de que está en ÉL, en Jesús, sin retorcidas interpretaciones. El Belén es una universal invitación a la unidad, a la concordia y la paz.
JortizrochE
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