Algo nuevo está ocurriendo en el mundo. Éste está cambiando en muchos sentidos y aspectos, especialmente en la violencia verbal y física que estamos contemplando a nuestro alrededor, y no me refiero sólo al hecho de que dos equipos de futbol de un mismo país hayan tenido que desplazar su encuentro deportivo al nuestro con objeto de evitar males mayores, sobre los que ocurrieron en Argentina en los prolegómenos de este encuentro. Dos aficiones de dos equipos de un mismo entorno, que deberían estar contentas, dado que ambos habían llegado y concurrían a un máximo trofeo sobre un juego de entretenimiento y espectáculo que, aunque sabiendo que los dos no podían ganar, el antagonismo, el odio y el rencor que actualmente existe dentro de las personas les llevó a mostrar al mundo la vergüenza de su comportamiento ante este hecho.
Como decía, no me refería a esta clase de violencia solamente. Hoy la encontramos en los colegios entre niños, jóvenes y padres de alumnos contra profesores; en los ambulatorios y hospitales, entre pacientes contra médicos y personal sanitario; en los delincuentes, que cada vez son más violentos e indiferentes ante el sufrimiento de las personas; entre los conductores, cada vez más agresivos y persistentes en el consumo de alcohol y drogas, así como en el exceso de velocidad y uso del móvil; la de género, que no hay forma de parar los continuados asesinatos de personas; la de los políticos en el Parlamento y Senado, con sus verborreas sin sentido común e insultos indiscriminados, las ideas encontradas entre unos grupos y otros; y más que en este momento no me vienen a la memoria. ¿Qué está pasando en el mundo? Lo han dicho grandes hombres de la cultura, de la sociología y el periodismo serio: existe una gran falta de formación, educación y espiritualidad en nuestra sociedad, especialmente en los adultos. Estamos asistiendo a grandes peleas entre padres de niños que juegan al fútbol, eso he dicho, ¡juegan! No están librando una batalla para ver quién destroza al otro.
En el momento en el que estoy escribiendo este artículo para El Periódico, hace poco más de una semana que entramos en el tiempo litúrgico de Adviento. Para nosotros, los cristianos, es un tiempo de «esperanza», de preparar el camino para la venida de nuestro Salvador, como lo hizo San Juan Bautista. Es tiempo de amar, de querer a los demás, de perdonar y olvidar los rencores y los odios, que es mucho más importante que los regalos, los juguetes, las consolas y móviles de nueva generación; en pocas palabras, del consumo indiscriminado que actualmente existe.
Aunque uno no sea cristiano, que no por ello tiene que ser mala persona ni maleducada, sino tener el sentido natural de la vida, es un sentido intrínseco en el hombre, su moral y sus valores ante la sociedad, como decía Santiago en 2:14-16: «muéstrame tu fe, pero si no tienes obras, tu fe está muerta, a través de tus obras me mostrarás tu fe».
Como digo en un párrafo anterior, estamos caminando hacia la Natividad de Nuestro Señor, que ya ha venido y que dura hasta una semana después de la Epifanía del Señor, por lo que seguimos en Navidad, y aunque el sr. Presidente y muchos políticos no sean cristianos, yo, desde estas páginas, les deseo unas felices fiestas y que, por favor, adopten las palabras de Jesús: «No he venido a ser servido, sino a servir a los demás», que tengan en cuenta el sufrimiento de muchas personas que se encuentran sin hogar, que en estas fiestas venideras, muchos no tendrán que comer, en eso deben emplear sus esfuerzos y, en todo momento, el sentido común que todo hombre tiene que tener presente en sus hechos y en sus actos.
No es buena la ambición del hombre hacia sí mismo, sino para conseguir el bienestar de los más desfavorecidos, los que no disponen de trabajo, ni de dignas pensiones, a los desahuciados de sus viviendas… Éstas son fechas para pensar en todo esto.
Tal vez no entienda muchas cosas de los políticos, pero considero que, estando las cosas como están con respecto a Cataluña, la decisión del Gobierno de celebrar un Consejo de Ministros en dicha comunidad puede parecer, a muchas personas, una provocación intrínseca, aunque se haga con la mejor voluntad de que las cosas se suavicen entre los españoles, pero fíjense que, con la actitud violenta de algunos grupos extremistas, están perjudicando a muchos trabajadores del transporte de mercancías y a los propietarios de las mismas, pues, al no llegar a su hora a su destino, las cargas perecederas pierden su valor inicial o incluso la totalidad del mismo, los conductores dejan de poder estar con sus familias al perder varios días en las carreteras, y a todo esto, de momento, no se le está poniendo solución. Para la celebración de un Consejo de Ministros se van a movilizar 9.000 miembros de la Policía y Guardia Civil, lo que, en mi modesto entender, me parece una exageración que no va a frenar las manifestaciones ni enfrentamientos entre personas de distintas ideas.
En fin, siempre hay que mirar hacia atrás, pues puede ser que alguien vaya recogiendo lo que tu desechas. ¡Felices fiestas a todos los lectores de estos artículos y a los que no lo son!
Carlos García
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