La paz no se consigue asaltando los cielos

El horizonte del 26 de mayo próximo aparece por la amura de babor como pólvora de alto octanaje, con el que unos y otros coquetean y se equivocan con la idea de tomar el tren y gritar «ancha es Castilla». Me estoy refiriendo a mi partido. Y decido hacerlo porque, hace unos días, varias personas me abordaron por la calle para preguntarme con afecto pero a bocajarro: «Y con el Partido Socialista, ¿ahora qué? ¿Pasará lo de siempre? ¿Os pondréis de acuerdo?».
Alguno en tono jocoso pero con cierta mala leche, aclaró, a su manera, que el partido en Torrevieja siempre tiene un «brexit» cada cuatro años, un guirigay de dimes y diretes, pero que de consensos y fair play ya hablaremos otro día, si eso.
Y me quedé tocado. Lo confieso. El dirigente político que no escucha lo que dice la calle, lo que se dice afuera, lejos del rumor de intereses y los pasillos cerrados, tiene todas las papeletas para acabar su trayectoria política sin entender absolutamente nada.
Y estamos aquí, lo creo firmemente, para tratar de que las cosas fluyan, para generar oportunidades de desarrollo allá donde nos coloquen las urnas y la militancia, para resolver problemas y poner todo de nuestra parte para no ser nosotros mismos parte del problema.
Convendría comenzar recordando y poniendo en valor lo que somos y representamos. Es el primer paso para dejar atrás el pesimismo y encarar el futuro electoral con las fuerzas intactas.
Cuando una formación política olvida lo que importa, está abocada a la derrota, para ver, sin capacidad de reacción, cómo otros ocupan su espacio y su discurso. Esta realidad no admite rodeos, le sobran las contiendas y huye de las radicalidades.
Necesitamos de toda la inteligencia y de toda la energía para articular lo mejor de nosotros mismos. Debemos tener el coraje de expulsar los viejos demonios, las rancias querencias no escritas y llegar al consenso y a la unidad real. No hacerlo será experimentar la irrelevancia electoral.
La paz no se consigue asaltando los cielos, sino tratando de entender al otro, la generosidad siempre termina por alumbrar el milagro. Como muy bien sabían los viejos estrategas, nada une más que un oponente externo. Y habrá que entender de una vez por todas que nuestro verdadero oponente es la derecha, esa derecha nostálgica del pasado y del blanco y negro, esa derecha que levanta la voz contra los derechos de las mujeres, contra los derechos civiles de la comunidad LGTBI, esa derecha empeñada en levantar diques y muros para frenar la esperanza y la ilusión de un mundo más diverso y justo. Esa derecha de los barracones escolares, de la privatización de la sanidad, esa derecha de los recortes sociales y aferrada al color sepia de un pasado que la sociedad española dejó atrás con evidente hartazgo. Esa derecha, repito, es el verdadero antagonista del Partido Socialista. Y a la ciudadanía en general y a nuestros simpatizantes en particular, debemos hablarles desde el sosiego pero con la certeza de que nuestras ideas y propuestas son las que pueden frenar el avance de la demagogia y el populismo en ciernes. Y que a esos patriotas de banderita y grito fácil, del muro y la indiferencia, castradores de derechos y libertades por decreto, hay que contraponerles la patria de la emoción y la cultura, el sueño de una ciudadanía que respira libertad para lograr sus ideales y pone en el tapete la solidaridad con el otro por encima de la comodidad de mirar para otro lado.
Aspiramos a un país y una ciudad donde quepamos todos. Estoy convencido de que lo haremos. Y que no olvidaremos que el próximo Gobierno municipal de Torrevieja dependerá de lo bien o mal que lo hagamos en estos meses.

1 comentario

  1. Hay que ver, Rodolfo, lo bien que ibas hasta la mitad de tu artículo. Nada enmendable por ser verdades obvias aunque de necesaria exposición cada poco. Especialmente oportuna ha sido tu referencia al «dirigente político que no escucha la calle…»

    Pero llegamos a tu implícita descripción de la derecha. Rodolfo, sin ánimo ni siquiera de incomodar,te diré que me parece que ese afán de escuchar la calle lo limitas a la acera de la izquierda. Escucha a las gentes que transitan por la acera de la derecha y, si tu oído y tu intelecto no han sido afectados todavía por el tan recurrente proselitismo sectario de la izquierda española, entenderás que su ideología, si es que la hay, no tiene nada que ver con tus ligeras y manidas observaciones.

    ¿Derecha «nostálgica del pasado y del blanco y negro»? Rodolfo, por favor, que Franco yace desde 1975 y ya se transmitió su funeral en Pal Color.

    ¿Derecha que levanta la voz contra los derechos de las mujeres, contra los derechos civiles de la comunidad LGTBI? Anda que no hay mujeres que votan a tu denominada derecha, que lo harán por masoquismo de género o porque son tontas, claro. Y lo mismo se diga de la diversidad sexual.

    ¿Derecha «empeñada en levantar diques y muros para frenar la esperanza y la ilusión de un mundo más diverso y justo»? Hombre, es verdad que Franco nos hizo el Paredón y el Dique de Levante en Torrevieja, pero no he visto otros muros como los que tu describes. Tanto es así que tenemos en Torrevieja más nacionalidades que las que puedo nombrar, y eso con todos los muros que siempre ha construido esa derecha.

    Del resto te diré que no me gustan los barracones escolares, como tampoco le gustaban al pueblo soviético disidente o sospechoso de serlo los barracones de los gulag. También preferiría una sanidad pública, pero ni en 38 años de socialismo gobernante en Andalucía se ha conseguido. Y los indeseables recortes sociales a los que te refieres fueron necesarios por la crisis económica que negaron Zapatero y Solbes.

    Rodolfo, moderación y contención en la escritura siempre maximizan la bondad de la argumentación. Seguro que me sigues a rajatabla este último consejo cuando te decidas a escribir de Venezuela, Cuba y otros carajales del estilo.

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