…pues ninguno tenía coche ni carnet de conducir. Cosme era muy descuidado, y, en la playa, mirando en lontananza la extensión de agua, y, frente a él, a un grupo de «xiquetas» en bikini, que el viejo miraba de reojo, no fuera la Rufa a liarla a bufidos, pero, sin darse cuenta, por la pernera del bañador asomó «el pinganillo». Las chicas se mondaban de risa y, como hablaban en valenciano, ni el tío tontorrón ni la Rufa se enteraban… «¡Mireu, mireu, al vell com li surte la petita paixareta, jajjajaja, amunt!». Cosme pescó una gripe que se lo llevó en 10 días al otro barrio. Justo a los 15 días, la Rufa se cayó, dislocándose la cadera. Durante 3 meses estuvo luchando por vivir, e incluso, dado su volumen, tuvieron que hacerle una silla de ruedas especial, porque el «cu-cu» parecía una plaza de toros y no cabía en ningún modelo. Poco la disfrutó. De pronto se le presentó un episodio de pérdida de masa muscular y la diñó «visto y no visto». Con la muerte de Rufa se obró el milagro para que vinieran a la cremación Isabel y Alfredo, reanudando otra vez la comunicación entre hermanos. La tonta decía a las vecinas: «Mi marido, como es tan listo, ha hablado con un abogado para que haga mi hermano testamento, y, a cambio de cuidarlo mientras viva, nos deje de herencia al morir la casa de la playa, y vamos a vender la de la capital, para disfrutar los 3 juntos, que la vida es corta y hay que aprovecharla». Y en esas estamos: Luisa y Alfredo sin trabajar, viviendo a cuerpo de rey a costa del pavisoso, y no descartaría yo que algún dia le echen algo en la comida para quitárselo de enmedio y vivir a lo grande, que es lo que le gusta a Luisa, y lo que vivió de pequeña junto a Rufa y Cosme.
Kartaojal
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