Pregón memorable

Transitamos ya la segunda semana de Cuaresma y dentro de nada …zas, Viernes de Dolores, previo a ese domingo de las palmas y del borriquito, en el que los cristianos recrearemos la entrada de Jesús en Jerusalén… ¿Triunfal? Eso suponían los discípulos, pero desaparecieron espantados días después cuando vieron, sin comprender nada todavía, que su Mesías se humillaba como hombre para consumar la Divina Providencia de la Redención. Ahora que están de moda las «fake news» y que son una manera burda de hacernos llegar todas las tentaciones habidas y por haber de todos los demonios, volveremos a ver a ese Jesús que nos vuelve a ofrecer por enésima vez su mirada compasiva y un sorbo, o muchos, de esa agua viva «suya» que Él le dice a una mujer samaritana al lado del brocal de un pozo que, si la bebiera, le aplacaría la sed para siempre.
Como anécdota, el pregón que este año se nos ha adelantado y ha pasado a la carpeta del archivo y del recuerdo. Hay que felicitar a la JMC por el acierto de la designación como pregonero de don Juan Manuel Cotelo, conocido desde hace poco por su más reciente película, «El mayor regalo». Licenciado en Ciencias de la Información, es periodista, guionista, director, productor y actor. Yo pongo en la carrera de su vida, también católico, que no es «moco de pavo» en estos tiempos. Su pregón, salido con descaro de la norma, ha sido a mi juicio intemporal y nada localizable, global, como ahora se dice por todo. Pero, en el fondo, a los que tuvimos la suerte de escucharlo, nos dejó absortos y rumiando el guión que se inventó, para hacernos comprender, en unos cuarenta minutos, el papel que al cristiano le corresponde en ese reparto, como es la película de la sucesión de imágenes que nos muestra la Semana Santa. Nos dijo que no somos ni mucho menos espectadores, pues Jesús se quiere pegar a cada uno de nosotros, o lo que es lo mismo, que debemos pegarnos nosotros a Jesús en un bis a bis que determine en cuántas situaciones que se nos narran nos sentimos concernidos. No le hizo falta pantalla alguna. Sólo su palabra brillante y elocuente nos pasó por delante unos cuantos pasajes de los Evangelios, que, como todos, son conocidos y paradigmáticos. Las negaciones de Pedro, el «via crucis» con su Cirineo y su Verónica, el asombro de Pilatos -¡con que tú eres rey?-, la flagelación, la conversión, ya en la cruz, de uno de los dos ladrones condenados que lo escoltaban y que, a tenor de lo expresado por Jesús, fue el primer santo que entró al Paraíso, las mujeres angustiadas por las piedras removidas del sepulcro vacío, y también, ¡cómo no!, Emaús, que, según su exposición cinematográfica pero de creyente, el Señor desapareció de su vista porque se había quedado dentro de ellos al comer el pan de su cuerpo que les partió y por lo que fue reconocido…
En fin, con una declamación casi perfecta, fue el pregón, pues, una delicia inesperada e impresionante.

JortizrochE

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