El sueño entró por sotavento

El sueño entró por sotavento, cuando la borrasca apretaba y amenazaban naufragio el crujir de amuras y estayes. Entró cuando la vida se había convertido en una rutinaria sucesión de amaneceres, en una promesa abandonada en el andén de lo jamás vivido.
El sueño entró en forma de manzana y fantasía, con el resabor dulzón y amargo de un chocolate puro en mitad de una madrugada de deseo. Y ya no hay cordura o locura, conjuro, invocación, maleficio o fuerza humana o divina que pueda pararlo.
Asomarse al balcón de la galerna cuando el faro no centellea y todo es oscuridad, un andar a tientas, siempre acechando el grito de «¡Hombre al agua!», nos coloca en el corazón de las tinieblas, en el espejo donde se refleja, no sólo lo evidente, sino esa otra parte de nosotros que ocultamos a la mirada propia y ajena. Ese lugar donde el héroe y el villano que verdaderamente somos ha de darse cuenta de que vivir no es más que un ensuciarse de barro hasta las cejas, que jamás se sale indemne de la vida, que vivir implica placer y dolor a partes no siempre iguales, felicidad y amargores sin medida precisa, que el azar juega también nuestras cartas y en cualquier momento cualquier certeza que inocentemente creemos cierta e irrompible acaba saltando por los aires. Lo malo o lo bello del asunto de vivir es que la victoria no está garantizada y que el fin de la existencia puede pillarte con una sonrisa en el alma o con la boca desdentada de la rabia del por qué hicimos lo que hicimos. Lo mejor y lo peor de la vida es el después, los restos y recuerdos que queden de nosotros en aquellos que amamos y nos amaron un día.
Y llegó la pregunta a finales de la semana pasada. Llevaba tiempo esquivándola. Y disfrazaba mi cobardía de excusas para que pasara de largo, como si olvidando la pregunta pudiera seguir durmiendo por las noches como si tal cosa.
Me la formuló Darío Baños en Torrevieja Radio. En una entrevista que le agradezco. Me cogió desprevenido, con la guardia baja, metido en la harina de una torpeza política. En la política y en la vida se pueden ser muchas cosas, pero lo que no se puede ser es torpe e importuno. Algunos en mi partido deberían tomar nota de esto que digo.
Volviendo a Darío Baños y a su pregunta debo decir que me quedé en blanco.
¿Quién es Rodolfo Carmona? Ésta es la pregunta de que les hablo. No hubo respuesta brillante. Balbuceé un par de frases y encallé entre las rocas.
Y me llegan rumores de que Homero nunca existió. Los dioses han jugado con nosotros todo este tiempo.

1 comentario

  1. «Lo malo o lo bello del asunto de vivir es que la victoria no está garantizada y que el fin de la existencia puede pillarte con una sonrisa en el alma o con la boca desdentada de la rabia del por qué hicimos lo que hicimos».

    Aterriza, corcho: ¿Por qué la PSOE hace lo que hace?

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*