De fiestas, claro

Esta mañana de domingo, hemos encendido la primera vela de las cuatro que tiene una corona que se sitúa en el presbiterio, cerquita del altar, simbolizando la llegada del Adviento… y que es un tiempo litúrgico de cuatro semanas. Las que faltan para conmemorar, otro año más, el nacimiento de Jesús -Dios hecho Hombre- y al cual, según las escrituras, el anciano Simeón, un judío justo y piadoso, lo cogió en sus brazos cuando, con arreglo a la Ley, sus padres, María y José, lo presentaron en el Templo. Las palabras de Simeón a María, proféticas, pudieran sintetizar en gran parte nuestra fe, pues, después de bendecir a Dios, proclamó tres gloriosos significados de la criatura. Sería luz del mundo, blanco de contradicción, caída y levantamiento para muchos, y causa de que una espada a Ella le atravesara el alma para descubrir los pensamientos de muchos corazones. (Lucas 2, 25-35).
Pues, además de empezar el Adviento, Torrevieja se pone chula un año más porque son las fiestas de la Purísima, la Patrona, y eso son palabras mayores. Ya hemos hecho el pregón y el «eterno» desfile de la ofrenda de flores, por no decir lo que este año ha sido primicia. La visita de la imagen al cementerio. Además de venerarla, nos ha servido para que nos ayude a rezar y acordarnos de nuestros difuntos. Pero es que ayer sábado por la mañana, cuando salí a la calle enfilando Ramón Gallud desde sus comienzos hasta María Parodi, pasando por la plaza de la Iglesia, el bullicio del ir y venir de la gente me sorprendió como… no sé. Como si pasara o fuera a pasar algo. Las calles engalanadas, el Teatro Municipal que ya está en funciones (esta palabra me ha salido de la boca sin querer), la charamita y su lobo y su Lilí y su no me acuerdo cómo se llama el otro, también haciendo de las suyas, pues la aparición por la tarde fue todo un espectáculo, haciéndole un cordón a las manzanas de edificios. Un cordón con gente, aclaro, para que no haya confusión con lo sanitario, que también se lleva en esta España nuestra (con perdón) que los académicos de la lengua estarán que se tiran de los pelos. Pero bueno, caras muy contentas y mi cabeza, a la que le cuesta «digerir» algunas cosas, pensando la muy malvada que estamos en un cambio de régimen.
Y el Papa Francisco, que nada contracorriente -por eso dicen las malas lenguas que es comunista-, rezando en Japón no sólo con el 0,50% de católicos (¿400.000?) sino con todos los demás que son multitud. Ha recordado a San Francisco Javier y ha rogado encarecidamente al mundo (ingenuo, ¿verdad?) que dejen de fabricarse armas nucleares… «El uso militar de la energía atómica es hoy más que nunca un crimen contra el ser humano y el futuro».

JortizrochE

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