Estabilidad o callejón sin salida

Allá por el año 65 más o menos, en plena época dorada del nacional-catolicismo, donde don Romualdo y don Patrocinio manejaban con mano de hierro; un domingo, no sé por qué motivo, no fui a misa de once. Recordaremos que era obligatorio y, para este menester, cada colegio tenía reservados unos bancos para alumnos, donde se pasaba lista y no valían excusas.
Como decía, la no asistencia al culto dominical me supuso el lunes siguiente toda una mañana lectiva de rodillas (recordar también que se iba con pantalón corto) junto a la mesa del susodicho don Romualdo, que seguro muchos recordarán por sus buenas habilidades que mostraba con su juego de reglas de madera de diferentes calibres, que habitualmente estrellaba en nuestros nudillos y punta de dedos fríos, por la falta de calefacción, lo que lo hacía más doloroso.
Cuento esto porque creo que ese día fue el punto donde mi pensamiento se desequilibró espontáneamente, hacia la izquierda (políticamente hablando), esa rabia por la injusticia, el no escuchar mis razones, el castigo como norma y demás actitudes dictatoriales de acuerdo con la época, fueron lo que me hizo soñar con un futuro (lejano pero inexorable) de libertad y democracia.
Tardó pero llegó, y poco a poco se fue consolidando, hasta que casi morimos de éxito. Los años 90 y principios de 2000 nos llevaron a una época de despilfarro, acopio, amasijo y trinque desmedido de dinero por parte de políticos sin escrúpulos que, con total impunidad, dictaban, firmaban, recogían, transferían y ocultaban billetes, hasta en bolsas de basura (pero de las grandes), ante la ignorancia por falta de información del resto de los mortales, exhibiendo en público una ética tan oscura como sus trapicheos.
Hasta que les llegó su turno y uno a uno (por Dios, lo que costaba) fueron cayendo víctimas de su avaricia, pasando a engordar los registros del hostal “La Reja”, a pensión completa y, desde luego, no estuvieron todos los que fueron, pero sí que eran todos los que estuvieron.
Hoy, debido al control al que están sometidos los partidos y los políticos, difícilmente se puede dar la misma circunstancia, y el pecado más usual es inflar sus currículums con títulos y masters falsificados como si eso fuera un pecado menor.
Ahora estamos centrados en otros temas, como la gobernabilidad de nuestro país, actualmente sin rumbo definido por culpa de una lucha de egos que nos ha llevado a la inestabilidad más aguda desde que estamos en democracia.
Como decía al principio de mi relato, mis convicciones siempre fueron tendentes al rojo, aunque con los años, como suele pasar, se va moderando ya sea por la experiencia de saber que los radicalismos suelen tener poco recorrido.
Yo también soy de los que preferirían un Gobierno estable (que ya está bien) y consistente, más centrado y seguro.
Ya hemos experimentado en nuestras propias carnes la ineficacia de un “mix” de partidos más preocupados por su parcela que por el solar.
Es hora de sentarse, recapacitar, pensar y, si es necesario, ceder. El enroque sólo estanca, entorpece y nos aboca al famoso callejón sin salida.

Juan Carlos García Sala – Torrevejense del Sequión

4 comentarios

  1. Uy, para ser del Acequión cuánto cutis y cuánta vaselina.
    Yo prefiero llamar al pan «pan» y al vino «vino», y a Sánchez lo que es.

  2. Comete presunta traición quien en vez de guardar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, pacta políticamente su personalísimo deseo con los que la han atacado y prometen que lo volverán a hacer. La vaselina para otros.

  3. Por cierto, en el hemiciclo del Congreso hemos asistido estos días a una espectáculo de sodomía política donde al que le «daban lo suyo» respondía agradeciéndolo. Y los suyos callaban
    Lo que no sé es si con, o si sin vaselina.

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