El Hamacas (2)

«Me levanté temprano y, en un naranjal, que estaba cargado a tope, y limoneros, me lié a llenar sacos y meterlos en la furgoneta. De pronto, sin saber cómo, apareció el dueño, echándome la bronca y llamándome «lladre» (ladrón); yo, muy serio, le hice un gesto para que se callara: «¡Mucho cuidado con esa lengua, que está usted hablando con un caballero. Yo no robo porque este campo es de mi primo ‘El Albarcas’!». «Pero estas tierras son mías». «A mí me ha dicho mi primo: ‘Mira, una vez que pasas el cementerio, el tercer campo a la derecha es el mío, ve y coge para tus hijos lo que necesites’ «. «¿Cuál es su gracia?». «¡Juanón, para servir a Dios y a usted!». Nos dimos la mano, y yo, en un gesto entre señores de categoría, eché mano a descargar los sacos. «Pero, ¿qué haces, hombre, Juanón? El campo de tu primo está a la izquierda y, como lo que llevas no es para vender en los mercadillos, sino para tu familia, puedes venir cada vez que quieras, que aquí tienes mis tierras y amistad a tu disposición. Yo soy ‘El Matalón’ y todo el mundo me conoce. Dale un abrazo a tu primo de mi parte». Allí nos abrazamos, dándonos palmaditas en las espaldas. Menucho chollo, chiquilla; ahora es mi mejor amigo y el caso es que yo no tengo ningún primo ni sé de quién son esos campos». Mal fin tuvo mi amigo «El Hamacas». Vino su hermano a decirnos que se había puesto muy malo de repente y que lo llevaba una ambulancia al Hospital de la Vega Baja, cuyas carreteras estaban en obras y, debido al traqueteo, se le reventó el apéndice, produciendo una peritonitis. Lo operaron rápidamente y, a base de antibióticos y todos los cuidados, duró 3 días, con unas fiebres altísimas. Lo trajeron al tanatorio. Nosotros cerramos el bar para estar con su familia en el velorio y el entierro al día siguiente. Perdimos un buen amigo. La familia, gracias al trabajo de la madre, la paga de viuda y algunas ayudas del Gobierno, salieron adelante. Hoy todos tienen sus parejas e hijos. La viuda jubilada y yo, rindiendo mi homenaje a ese gran hombre, que tanto me hacía reír.

Kartaojal

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