(Escrito dentro del confinamiento y con objeto de entretener el tiempo, pues desconozco si este artículo llegará a publicarse algún día, dado que «El Periódico», donde vengo escribiendo desde hace bastante tiempo, no publica por el cierre temporal a causa del Covid-19)
Estamos en el denominado «Tiempo de Pascua», en el que se celebra la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, fiesta que, para nosotros los cristianos (católicos y protestantes), es la fiesta de mayor alegría espiritual y en nuestro corazón, no se trata de una alegría festiva por una celebración que produzca una fiesta organizada por un cumpleaños o boda o cualquier otro evento y, menos, en las circunstancias que estamos viviendo con tantísimo fallecimiento por el coronavirus, sino que se trata de una alegría que llena nuestro interior debido a que nuestra esperanza es la resurrección y la otra vida que nos prometió Jesucristo: «Aquel que crea en mí vivirá eternamente en mi Reino», «El que come de este pan (El Cuerpo de Cristo) vivirá eternamente» y en otras muchas de sus predicaciones, deja constancia de que existe una nueva vida en su Reino. En el diálogo con Pilatos, se habla lo siguiente: «¿Qué has hecho?». Jesús respondió: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí». Pilatos entonces le dijo: «¿Así que tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz…».
Les voy a contar una historia real ocurrida en EEUU: Un matrimonio, completamente ateo, salió un fin de semana a comer en un restaurante acompañado de su hija de corta edad. En el desarrollo de la comida, la niña se atragantó hasta que dejó de respirar, en el tumulto del comedor, se acercó una señora y dijo que era enfermera y que la dejaran atender a la niña. Ésta, dada su profesionalidad, después de tratar a la niña, hizo que expulsara lo que la estaba ahogando hasta que la misma volvió en sí. Los padres, muy afectados, le dieron las gracias a dicha enfermera, pero ésta les dijo: «A mí no, denles ustedes las gracias a Jesús, pues yo no iba a entrar en este restaurante a comer, tenía la intención de ir a otro, pero, no sé por qué, entré en éste». Después de los agradecimientos y saludos, el matrimonio se marchó a su casa y, una vez en ella, la niña le preguntó a su madre: «Mamá, ¿quién es Jesús?». La madre no supo qué contestarle, pues no conocía nada referente a Jesús, pero le dijo a la niña que ella se enteraría y le diría quien era Jesús. La madre, que había quedado afectada por las palabras de la enfermera, comenzó a indagar sobre la figura de Jesús y, cuanto más lo hacía, con disgusto de su esposo, se iba implicando cada vez más en el conocimiento de los Evangelios. Su marido, periodista de investigación y con un importante premio por sus investigaciones, bastante enfadado por ello, prometió indagar entre los científicos y estudiar la forma de demostrar que aquello del tal Jesús era completamente falso. Gastó su dinero y su tiempo en aquel afán. Hoy en día, es Pastor de una Iglesia Cristiana en EEUU y su esposa, profesora de Teología en una universidad de la misma ciudad.
Como verán, los caminos del Señor son insondables, no sabemos más que que nos ama entrañablemente y que su misericordia es infinita. Por Amor, permitió que su hijo Jesucristo muriese en la Cruz, para redimirnos de todas nuestras faltas y pecados. El Papa Francisco, en su homilía de esta mañana, ha dicho que El Señor nos ama con locura y que está en todo momento junto a nosotros, acompañando a los moribundos, a los enfermos, a los desahuciados, a los excluidos socialmente, a los pobres, en los cuales podemos ver la cara de nuestro Señor Jesucristo.
Pedro, Juan y otros discípulos se embarcaron para ir a pescar al Mar de Galilea (Tiberiades). Cuando llevaban más de cinco estadios, comenzó a soplar un fuerte viento. La barca amenazaba con zozobrar y, asustados, vieron venir andando sobre las aguas lo que creyeron era un fantasma, pero Juan, el discípulo preferido de Jesús, dijo: «Es el Señor». Entonces oyeron a Jesús que les decía: «No tengáis miedo. Soy ‘Yo’». Y Eso es lo que tenemos presente los cristianos y lo que dijo San Juan Pablo II: «No tengáis miedo al Señor».
John Ronald Reuel Tolkien, más conocido como J.R.R. Tolkien, el creador de El Señor de los Anillos, dijo: «Si lo de Jesús, no es verdad, no pasa nada, pero, si lo es, ‘TODO CAMBIA’».
Les aconsejo que, si tienen oportunidad, vean a través de Internet en YouTube, gratuitamente, la película rodada en EEUU y doblada al español «El Caso de Cristo».
Carlos García
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