Rodolfo Carmona
Concejal del Grupo Municipal Socialista de Torrevieja
Confieso mi predilección por los y las outsiders, por aquellos hombres o mujeres capaces de caminar alejados de familias y prebendas, de palmadas en la espalda, siempre en el filo de la navaja de lo políticamente correcto, capaces de mirar cara a cara al poder o a los que aspiran a él, capaces de mirar de tú a tú a las convenciones dictadas por el miedo y hacerles un buen corte de mangas. Personajes capaces de jugárselo todo a la carta de la libertad y de la osadía (que nada tiene que ver con rehuir el compromiso a cambio de un trozo de pan o de un plato de lentejas) y ganar el envite sin trampa ni cartón, sin esparcir rumores ni atacar al contrario.
Pero una cosa es que lo confiese y otra que tenga madera de outsider. Pero dicen que uno llega a la santidad imitando a un santo. Habrá que ponerse a ello con denodado esfuerzo. Necesitamos la magia de lo imposible para conseguir lo posible, necesitamos creer en nosotros mismos para que los demás lo hagan, necesitamos dar lo mejor de lo que somos capaces para llegar al objetivo que nos hayamos marcado.
Los grandes logros comienzan con pequeños sueños, cualquier vuelta al mundo empieza con un primer paso, no hay proyecto que merezca la pena sino nos ilusiona, si el que aspira a concretarlo se mueve entre lo nocturno y las intrigas palaciegas, entre la malicia y la púrpura cardenalicia.
Se necesitan la luz y la alegría para convencer al otro, a los otros a seguirnos, se necesita mirar al futuro y hacerlo presente, se necesita zambullirse en las convicciones más profundas, en lo que uno cree, en lo que uno ambiciona para él y para los otros. No se construye una sociedad justa si no aletea la justicia en aquello que proponemos. Todo lo que nace del enfrentamiento o de la exclusión del contrario tiene, como la mentira, un corto recorrido. Siempre habrá un Brutus para un Julio César; tarde o temprano habrá una Corinna para un Villarejo, dispuesta para el papel cuché.
Y tiene gracia esta entradilla, porque, lo crean o no, estoy hablando de política. Pero de la política como yo la entiendo, como un camino, que no es necesariamente ni cómodo ni exento de peligro, hacia el consenso y el acuerdo, sin artificios, sin medias tintas, desde la honestidad más absoluta. Algunos me dicen que debería ser más mordaz, o más duro con el contrario político, que el PP machaca a la mínima ocasión, seguramente tengan razón, pero somos lo que somos, no le pidan al hijo del Terri y de Fela un mal gesto, un grito a destiempo, una puñalada trapera, venimos de la familia de donde venimos y creo que se puede decir al otro, cuando lo hace mal, las cosas claras con el semblante sereno. Creo que debe abrirse un nuevo periodo en la forma de hacer política en nuestra ciudad. Debemos ofrecer ante lo que puede avecinarse un espacio para el acuerdo, para la negociación, para la toma de posiciones colectivas que se anticipen y hagan más fácil la reconstrucción a la que tendremos que enfrentarnos. Esto es algo que tarde o temprano habrá de hacerse. Porque la ciudadanía nos lo demandará de manera inequívoca.
El calor del verano está siendo de los que hacen época en un tiempo que es ya claramente excepcional en todo. También para la agrupación socialista de Torrevieja. El verano de la COVID-19 y de la gestora. Y estas madrugadas de canícula y siroco la cabeza y el corazón me tiran para tratar de aportar ideas y esfuerzos para que la intención de la gestora se plasme de manera clara.
Estas palabras deben tomarse como un punto de encuentro y de partida y van dirigidas a todo aquel que quiera leerlas con espíritu constructivo. A algunos no voy a ocultarlo les duele que hable, que escriba, que muestre mi trabajo como concejal socialista, que converse con militantes y votantes, que no pida votos ni tomar partido si no que escuche, que de mi opinión o que simplemente respire. Pero aviso que no voy a callar a aquello que mi alma canta, como escribió el poeta. Comencemos a caminar como un outsider. Pidamos perdón después de no pedir permiso. No es momento para no asumir el riesgo de ser fiel a los ideales que le mueven a uno, para no luchar por lo que uno cree mejor para su partido y su ciudad.
Y sinceramente lo que creo mejor para retomar el camino del triunfo electoral es reconstruir la agrupación desde el respeto mutuo de los que formamos parte de ella, desde la lucidez intelectual de que no tenemos todas las respuestas, que debemos aunar esfuerzos e ideas, sin escondernos nada, sin tacticismos estériles, sin prejuzgar ni buscar rentabilidades mezquinas. Siendo capaces de conformar un equipo de trabajo, una ejecutiva alejada de las camarillas y las adulaciones, basada en la valía y no en los bandos en que se ha posicionado, un equipo de trabajo reconocible y con proyección mediática. Una agrupación que surja abierta no sólo a la militancia, que es importantísimo, sino también a la ciudadanía, con un proyecto sólido y con futuro para sí misma y para la ciudad. Abrir una nueva etapa de continuo contacto entre el partido, ciudadanía en general y el grupo municipal tanto en la calle como en la sede, donde los concejales den cuenta de su trabajo y su actividad ante la ciudadanía, cumplimiento estricto de las preceptivas asambleas que fijan los estatutos del partido. Sin menoscabo de las asambleas informativas que fueran necesarias para tratar asuntos de interés o de actualidad.
Algo que considero fundamental es darle mayor utilidad a la Casa del Pueblo, a través de conferencias, con ponentes de primer nivel, tanto en lo orgánico como en cargos públicos, ir poco a poco generando un espacio para la conversación y el debate local, abrirlo a las asociaciones y colectivos de la ciudad, tenemos que ser capaces de generar diálogo, ideas, tener una voz propia y reconocible ante los problemas que afectan a la ciudad. Y, sobre todo, un tema al que doy mucho valor, que considero primordial, es el que la palabra dada tenga su valor y se respete; en Torrevieja, en Alicante, en Valencia y en Madrid. La política o la dignificamos con nuestros actos, o se nos muere.
Debo afirmar y lo hago que lo intenté en mi etapa de secretario de organización y en la que me encontré con la cerrazón y el boicot de muchos que ahora lo niegan. Recuerdo especialmente el homenaje a Carmen Chacón que hicimos en la Casa del Pueblo y lo que nos costó sacarlo adelante o los infructuosos intentos de llegar a acuerdos permanentemente vetados por las mismas personas. Evitar la confrontación es bueno, olvidar la verdad, no. Conviene recordar para no repetir los mismos errores. Pero no nos anclemos en el ayer, el futuro es prometedor, tan prometedor como seamos capaces de moldearlo.
Por contra, y volviendo al principio, confieso mi desdén por los límpidos de piel y oscuros de corazón, capaces de vender su alma al mejor postor en el oeste de la avenida de Frank Underwood con cara de yo no he sido, qué cosas se te ocurren, capaces de cambiar las reglas de juego a media partida según les vaya en el asunto. Y aparentemente estos personajes se salen siempre con la suya., pero eso sólo dura lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks, como canta Sabina.
Este escrito es el primer paso de un outsider que sabe que el camino está ahí para ser andado, que se gana o se pierde en la vida, pero las verdades que se persiguen de frente sólo tienen una forma de hacerse: con generosidad y por derecho.
Soy persona que lee, y no poco. Cosas sencillas o bien estructuradas son agradecidas. Otras más complicadas y desordenadas siempre afrontan el trance de ser lanzadas a la papelera.
Rodolfo, no quieras comunicar así como lo has hecho en tu más reciente artículo, que no se te entiende. Muy bien está tu compromiso con la verdad y la transparencia, pero tanta espesura impide ver donde acaba el bosque. Aunque se te reconozca mucho recurso literario, al pueblo le gustan las cuentas claras y el chocolate espeso.
Ha aprendido una nueva palabra y necesita sacarla a pasear (y no es Pantomima Full)
El triunfo del «outsider» son 50 mil ataúdes bajo tierra, un bofetón del 20 % del PIB y una deuda desbocada que tardaremos 20 años en pagar.
Todo por no hacerle un expediente de expulsión la Gestora presidida por Fernández cuando debió.
Y ahora sigue aplaudiendo, a ver si se te caen las manos.