Llega el Karma (1)

Aquel día tomamos la ruta hacia Segovia, para comer el famoso asado de Cándido, pero antes estuvimos buscando endrinas, para hacer pacharán casero, en el bar. Luego fuimos a ver a los padres de un compañero de mi marido, que vivían en una aldea de esas de la España rural y profunda. El hijo nos dio la dirección y describió la casa, que no hubo problemas para encontrarla. Llamamos a la puerta y nadie contestó, pero sí observamos que estaba entornada y, al abrirla, vimos a dos ancianos, sentados en sillas de madera castellana con asiento de anea, junto a la lumbre, donde había un perol alto y un pucherito adyacente: el perol contenía cocido y el pequeño, agua para añadir. Los abuelos estaban casi sordos y veían poco. La cocina era parca, apenas una mesa, la alacena y una cantarera. Me dio el corazón un vuelco al ver tanta miseria, siendo que el hijo vivía con un magnífico sueldo, una casa nueva y grande en el pueblo de su mujer, y no le daba vergüenza tener a los suegros casi como mendigos, abandonados de la mano de Dios. Estuvimos con ellos mucho rato y nos contaron cosas de la familia, fotos y querían que nos quedáramos a comer con ellos. Al salir, le di 6 euros de parte de su hijo (mentira) y, cuando abandonamos a aquellos confiados viejecitos…

Continuará

Kartaojal

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