Fútbol: 1 – Crisis: 0

Ya han pasado 5 días desde que Fernando Torres metió a los alemanes el gol que nos hizo Campeones de Europa.
Esta tarde de domingo, una ola de calor abrasaba España por los cuatro costados, pero ni Dios hablaba del tiempo, ni de la madre que parió al anticiclón de las Azores, ni del Euribor, ni del paro, ni de la subida del petróleo, ni la de la luz… sólo en los noticiarios se hacía un hueco, muy de pasada, más que nada para que no nos diésemos la hostia al despertar.
Más espectadores que nunca apiñados frente al televisor, unos en grupo, otros en manadas, siguiendo el juego que casi rozaba la perfección de esos once «locos bajitos», al mando de un abuelo gruñón apodado «zapatones», contra once gigantes teutones, cual molinos de viento cervantinos.
Cuando se dio el pitido final, una explosión de jubilo recorrió España, desde Bilbao a las Canarias, de Mallorca a la Coruña, gentes abrazándose hasta el éxtasis, fuentes repletas de personas zambulléndose como locos en el agua… Una alegría que algunos tachaban de hasta más intensa que el nacimiento de un hijo o su propia boda, y no les quito razón, aún no he visto a ningún padre correr por todo el hospital con una merluza del 12, abrazándose a todos los desconocidos que encuentra o toreando coches con un pañal y tirándose a la primera fuente que pilla porque ha tenido un hijo, ¿o no?
Lo que no han conseguido los políticos, ni nacionales, ni regionales, lo han conseguido estos pequeñines. Que vascos, catalanes, gallegos, andaluces, valencianos, todos y todas, sientan lo que hace menos de un mes era casi vergonzoso y sólo propio de algunos partidos políticos: que la gente se arropara en la bandera roja y amarilla y que en los balcones ondease la bandera de España y, lo mas importante, que la gente gritara con orgullo «soy español»… ya digo, impensable hace sólo días.
Ahora toca despertar, pero, por favor, poco a poco, como el que sale de la anestesia, para asumir la cruda realidad, y dejemos esa juerga inagotable que han sido los últimos días. Abandonemos de nuevo el «Manolo el del bombo» que todos llevamos dentro. Paralicemos hasta nueva orden las obras de la hornacina para elevar a los altares a San Iker y, por favor, sr. Zapatero, haga las gestiones pertinentes con la FIFA para que adelanten el mundial para después de las Olimpiadas. Ni rebajas ni leches, contra la crisis, fútbol.

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