Sobre Guadianas y colesteroles

Hoy, amigos de Colesterol Teatro, me voy a poner un poco «plasta» al compararos con el Guadiana y su misterio. Ese río siempre me ha fascinado, lo mismo que me ilusiona veros a vosotros actuando. Los 7.200 km de longitud son, más o menos, lo que habéis recorrido de un país a otro representando las obras que compone Manuel: un hombre maravilloso, humano y simpático, que se hace querer.
El discurrir desde las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real) para desaparecer y volver a emerger en los Ojos del Guadiana es, cuando actuáis y dejáis pasar un lapsus, para aparecer cargados de nuevos y bellos estrenos.
El río tiene frontera con Portugal, al desembocar por Ayamonte en el Golfo Atlántico de Cádiz. Vosotros apartáis esas fronteras con simple gesto con la mano, y descorréis el velo, para abarcar el mundo entero, donde sois recibidos, agasajados y premiados. Los «ojos» ven vuestro arte, caudal de alegría, ímpetu de placidez, sin límite entre Torrevieja y otras naciones. Belleza, gracia y humor gaditano en las actuaciones o «sketches», y, como Ayamonte, con esas lindas plazoletas y fuentes, revestidas de mosaico árabe, con pequeñas ermitas en la confluencia de las callejuelas. Laguna de hermoso plumaje, en los ropajes, cual cisnes o aves que se acunan en sus aguas. Majestad en las palabras, que calan en el corazón de los que amamos el teatro, que gozamos y vivimos las situaciones tan hilarantes en los diálogos. ¡Lástima que, en pleno verano, las gentes que nos visitan no puedan disfrutar viéndoos! Se irían con un recuerdo gratificante, que comentarían con sus vecinos, amigos o familiares. Las orillas del río se visten de rojo, verde, azul o violeta: los sauces llorones y los juncos ven su imagen reflejada en sus cristales y las riberas. ¡¡Nada, nada: que hoy estoy pesadita con el rollo del río, pero… Os quiero mucho!!

1 comentario

  1. Mari, eres grande. En tu generosidad, en tu espontaneidad, en tu mirada. Gracias por tus palabras que no hacen sino acertar de nuevo en lo referente a la existencia intermitente de nuestra vida teatral. Yo, a veces, lo prefiero así. Si no estás siempre, se te echa de menos y sientes que con el reclamo de los que te quieren debes volver con más amor, si cabe, entre tus manos para ocupar de nuevo sus corazones. Lo dicho, gracias y buenas cenas al fresco del jardín. Manuel.

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