Esta semana pasada he estado de viaje con un grupo de amigos en el sureste de Cantabria, estableciendo nuestra base de operaciones en la hospedería del Santuario de Montesclaros, regentado y habitado por dominicos que, en base a su hospitalidad, nos invitaron a realizar con ellos las oraciones y la Eucaristía de la tarde. El monasterio, del siglo XII, está construido sobre una capilla prerrománica con objetos y reminiscencias que, indudablemente, son de la orden Templaria. En su entorno oriental tiene el grandísimo pantano del Ebro y, en su parte occidental, los grandes y hermosos bosques de las márgenes del mismo río, llenos de su fauna autóctona. Entre estos grandes bosques, se encuentran enclavadas pequeñas aldeas donde, actualmente, solamente viven dos o tres familias en invierno y, en verano, se pueblan más como consecuencia de que van a pasar sus vacaciones los antiguos habitantes de las mismas.
Lo extraordinario de este viaje es el haber encontrado en toda la comarca lo que allí denominan iglesias rupestres, con reminiscencias visigodas, que son auténticos templos de culto cristiano excavados en la roca de la montaña y camuflados a los extraños; algunos de ellos en tan buen estado que son utilizados hoy en día. Los investigadores han contabilizado en la zona treinta de estas iglesias rupestres hasta ahora. Un amigo mío y acompañante, gran viajero del mundo, me indica que solamente ha visto algo comparable en la Capadocia Turca. Estas iglesias datan del siglo VII y fueron creadas por aquellas personas que subían por las márgenes del río, huyendo de los invasores árabes, y que lógicamente eran cristianas, lo que nos indica que, en aquella época, el cristianismo ya estaba muy avanzado en nuestra patria.
Ya de los siglos XI y XII, nos encontramos con numerosos templos de estilo románico en un estado excelente y que actualmente son parroquias de la diócesis de Cantabria. La joya de las mismas es la Colegiata de San Marín de Elides, conservada perfectamente y con algunos restos de frescos de aquella época. Hoy es la parroquia de dicho pueblo.
En nuestro andar por la zona, y habiendo sido aconsejados previamente, visitamos un pueblecito escondido entre las montañas denominado Orbaneja del Castillo. Para poder acceder a él, tuvimos que hacerlo por unas escaleras construidas en la ladera del monte, ya que solamente tiene un acceso para vehículos, y éste está reservado exclusivamente para sus residentes. Tiene un nacimiento de agua con hermosas cascadas que dividen al pueblo en dos barrios, cuyas edificaciones tienen reminiscencias judías, ya que allí se refugiaron y escondieron éstos cuando fueron perseguidos y expulsados.
Visitamos otros pueblos y ciudades cuyos nombres son más turísticos y conocidos y, en todos ellos, hemos podido comprobar que, tanto nuestros antepasados de dichas épocas y nuestra herencia cultural son auténticamente cristianos, algo a lo que hoy algunas personas malintencionadas y con dependencias al parecer masónicas quieren que renunciemos a ello promulgando un laicismo injustificado y cruel, acrecentado con el fomento de quitar la vida a las criaturas no nacidas (pónganle Uds. el calificativo), así como abrir el camino a justificar el quitar también la vida a nuestros mayores. Véase el reciente congreso federal del partido en el gobierno.
Carlos García
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