Adjudicado el contrato para la redacción del plan de accesibilidad municipal de Torrevieja

En la Junta de Gobierno Local celebrada ayer viernes, se aprobó el contrato menor con destino a la redacción del Plan de Accesibilidad del municipio de Torrevieja, suscrita por el concejal de Transportes, Antonio Vidal. El contrato asciende a 18.101 euros y ha sido adjudicado a la mercantil Infinia Ingeniería, S.L. El concejal secretario de la JGL, Federico Alarcón, ha informó que este Plan de Accesibilidad es una de las medidas que vienen contempladas y previstas en el Plan de Movilidad que está tramitando la administración autonómica. Básicamente, este Plan de Accesibilidad contempla tres niveles:
-Accesibilidad en la vía pública (vados, aceras, semáforos, etc)
-Accesibilidad en edificios públicos (rampas de acceso, etc)
-Accesibilidad al transporte (paradas de autobús, etc)

Ejecución de obras de reparación en aceras y restitución de vados de vehículos

Por su parte, la concejal de Obras y Servicios del Ayuntamiento de Torrevieja, Sandra Sánchez, ha informó que en fue aprobada la memoria justificativa y cuadro de características del contrato de ejecución de diversas obras de reparación de aceras y restitución de vados de entrada y salida de vehículos, que tendrá una duración de contrato de tres meses, y que cuenta con un presupuesto de 95.988 euros. También comunicó que se comenzará con la reposición de aceras en la calle Urbano Arregui frente al Centro de Salud Acequión, en calle Bergantín, Urbanización Torreblanca, Molino Blanco, Dr. Waksman con Echegaray, calle Tomillo con Clemente Gosálvez, calle Concordia con calle del Mar, calle Tirso de Molina con Gabriela Mistral y Avenida Delfina Viudes. Asimismo se van a restituir los rebajes de las aceras en las que existían vados para vehículos y que ya están dados de baja, para que de esta forma el itinerario peatonal sea el más adecuado. De esta forma, se va a proceder a la restitución de estas aceras situadas frente a 24 vados dados de baja.

2 comentarios

  1. ¿Sigue sin haber información disponible sobre el gran éxito de crítica y público del nonagésimo (90 para víctimas de la LOMLOE) aniversario de la II República?
    Marañón definió aquella república como «una orgía de canallería y estupidez». Y yo, lo suscribo.

  2. Leído en internet:
    El republicano Lerroux en algún escrito dice: “No todos los republicanos son canallas, pero casi todos los canallas son republicanos”. Lerroux fue uno de los republicanos más esforzados, fue quien convirtió el republicanismo en un movimiento de masas a principios del siglo XX, y tuvo ocasión de señalar en sus memorias las intrigas y odios feroces en su propio movimiento, sin excluir incitaciones a asesinarle. Tendencia a la algarabía, la maniobra ruin o la corrupción si llegaba la oportunidad.
    Esa tradición pareció cambiar a principios de los años 30, cuando muchos de los principales escritores del país cobraron afición a la república, aportándole una especie de seriedad intelectual. Ortega y Gasset, uno de los más descollantes, quiso convertir a Cambó a la fe republicana, pero el catalán, buen conocedor del paño, le replicó que del nuevo régimen sólo podía esperarse una era de convulsiones. Ortega, furioso, se marchó dando un portazo, y poco después firmaba, con Marañón y Pérez de Ayala, un manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión y valió a los tres el apelativo “Padres espirituales de la República”.
    Vale la pena recoger las opiniones de dichos padres espirituales, sólo seis o siete años después, sobre el régimen que tanto habían ayudado a traer. Ortega criticaba ácidamente la frivolidad de los intelectuales extranjeros firmantes de adhesiones a una imaginaria democracia española de la que ignoraban casi todo. Pérez de Ayala escribía con dureza más directa contra los republicanos: “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”; “En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña”.

    Marañón expresa incluso más vívidamente sus sentimientos: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Han hecho, hasta el final, una revolución en nombre de Caco y de caca”; “Bestial infamia de esta gentuza inmunda”; “Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado?”; “Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aun es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos”.
    Y así sucesivamente. No menos significativas son las continuas invectivas de Azaña, rebosantes de amargura y despecho hacia los “botarates”, “incapaces” o “loquinarios” que, a su juicio –y los conocía bien–, componían los cuadros de mando del republicanismo. Las memorias de otros dirigentes de entonces tienen parecidos tonos.

    En años recientes han proliferado las banderas de la Segunda República (la de la Primera fue la tradicional bicolor) en las violentas agitaciones callejeras presididas por el actual jefe del gobierno; y, al calor de la creciente crispación del país, parece retomar cierto auge el republicanismo. No tengo objeciones de principio contra una república, y sospecho que el propio entorno monárquico acabará trayéndola, como en 1931, pero tampoco deseo cambios arbitrarios que sólo pueden aumentar las tensiones. No pondría objeciones a un republicanismo capaz de criticar y condenar las dos experiencias republicanas anteriores pero observo lo contrario, la reivindicación de aquellos demenciales regímenes y de los “botarates” y “canallas” que, en opinión de distinguidos protagonistas de la época, llevaron al país al desastre.
    Recuerdo una charla oída al azar en los aledaños de una manifestación: “Si ya tenemos democracia, ¿a qué viene enredar innecesariamente con lo de la república?”, decía uno. Y contestaba su interlocutor: “En España la república nunca ha traído democracia, sólo demagogia”.

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