Resultan aleccionadoras las visitas que hacemos a lugares históricos, al ofrecernos diversos puntos de vista y desde otras perspectivas, como es el caso de Cambridge, que, al conmemorar su octavo centenario, pretende, una vez más, proyectarse hacia el venidero.
Se ha cumplido el sueño de mi agenda tras el viaje a la Universidad de Cambridge durante los días 18-20 de julio, que me sirvió para redescubrir mi larga estancia en el Reino Unido aunque no supuso, como me temía, ningún sobresalto, más bien pequeñas variaciones según aquel dicho galo: «Plus ça change, plus ça est la même chose», por muchos cambios que haya se repetirá lo mismo, pues no fallaron ni el «English breakfast» ni el «cup of tea» con «Yorkshire pudding». Pero logramos descubrir la presencia de Cambridge a lo largo y ancho del planeta a través de una quincena de países representados por los antiguos estudiantes de la asociación de «Alumni», reunidos en el New Hall College para enfrentarse hacia lo nuevo.
Baste con utilizar el Google para recibir información precisa sobre Cambridge como ciudad universitaria, con sus 31 colleges que, desde el siglo XIII, funcionan independientemente, muchos de ellos con escudos de armas. Recibe su nombre de un antiguo puente, llamado «matemático», porque resuelve un axioma de números al cruzar el pequeño río Cam, fluyendo por entre los «greens» universitarios. El pasado lo forma una lista de más de sesenta personajes destacados: científicos, escritores y políticos de Gran Bretaña que, junto con los de la Universidad de Oxford, con la que forma la Institución «Oxbridge», tienen una forma peculiar de remodelación de la mente de quienes hayan pasado por allí.
Me consuelan, no obstante, ciertas consideraciones sobre el haberme desplazado hasta Cambridge, porque el viajar cobra sentido si se lleva a cabo por alguna razón y siempre con humor e ironía, como cuando Cervantes, muy dado a caminatas y vericuetos, confesaba que «el único camino malo es el que te conduce a la horca», ya que todos tienen sus escapes, y muchos de ellos justo a tiempo. Pasar el Canal de la Mancha fue para mí toda una epopeya la primera vez, hasta que decidí dar el salto por avión para no enterarme de la pleamar, que hace que muchos sientan mareos al cruzar el estrecho brazo de mar.
HECHOS Y DICHOS
A quienes me pregunten la razón de mis viajes, les respondo que sé bien de lo que huyo pero ignoro lo que pretendo. Michel de Montaigne
SE DICE SOBRE OXBRIDGE QUE:
Cuando Oxford formula bien un axioma espera que Cambridge lo transforme en pensamiento.
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