Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro
Como sus casas colgadas y ataviados como marionetas, atrapados en sus hilos manejables por otras manos invisibles a las suyas propias, arrancaron los chicos de Colesterol -el pasado domingo- en el centro cultural Virgen del Carmen, para dar su versión de una historia clónica (desafortunadamente universal) de esa familia que nos abduce y vomita a la vez sin remedio alguno.
Unos padres condescendientes y lúdicos (Valle Villasanta y Manuel Bueno) contemplan cómo se les va la vida acompañados por su hijo adolescente depresivo-aplatanao (Joan Pastor), que cabalga sobre su propia inseguridad. La acción dramática se ve salpicada por momentos de humor delirante, a través del personaje de la abuela estrambótica y demencial (Margarita Villasanta), perdida en los andenes de la geografía española, buscando Cuenca, donde su familia se funde un año tras otro con el verano de un entorno rural y sin gracia.
El ritmo de la obra fue imparable. Después de cada diálogo, se sucedían, a ritmo de diferentes melodías sustraídas del jazz más actual, o del mismo Joaquín Sabina, idas y venidas de elementos sutiles que no dejaban de sorprendernos: pelotas de tenis que volaban como estrellas fugaces de lado a lado del escenario, aparecidas como sustos mágicos; paraguas que caminaban y se encontraban en el infinito desierto del desamor; cascadas de sal, vertidas desde lo alto, para acompañar las lágrimas del desconsuelo de la hija injustamente maltratada (Elisa Ortiz); neumáticos que atravesaban el espacio terrestre y banal de unos seres humanos rotos e incomunicables; lluvia de meteoritos -en forma de pelotas de ping pong- aturdiendo, todavía más si cabía, el desorden psicológico-afectivo del hijo macarra y vacilón (Jose V. Torregrosa)… Y así hasta el final, en el que las manos reflectantes (juego con luz negra) de todos los componentes del grupo se despidieron coreográficamente… y ciao.
Colesterol Teatro, esta vez, se ha atrevido a arriesgar un poco más; ha exprimido la palabra, la imagen, los objetos, los símbolos, como hasta ahora no lo había hecho nunca. La prueba ha sido más que digna. Ojalá puedan repetir y superarla pronto. Por el momento, se han ganado unas buenas vacaciones: el Festival Internacional de Teatro en Venice (USA) les espera en dos semanas. En septiembre volverán con su nueva producción «La isla (de los sueños)», aquí, en Torrevieja. Hasta entonces. Buen viaje.
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