Memoria y sabiduría

El encuentro con uno mismo. Michel de Montaigne

Si algo nos falla en la vida, de sobrarnos la salud, es sin duda alguna la memoria, que ha sido descrita de innumerables maneras, a veces como «el centinela del espíritu», otras cual «la enemiga del descanso», según tengamos momentos de solaz o desconsuelo.
Su versatilidad es infinita al permitirnos reencontrarnos a nosotros mismos despertando atisbos de sabiduría que son los que se van acumulando en el recinto de las experiencias, cuando pasan al dominio de caer en la cuenta de que se han vivido. Se les suele comparar a trozos de un espejo roto que siempre dejan fragmentos de cristal escondidos en los rincones cuando nos empeñamos en eliminarlos. Yo diría de la memoria que nos permite esculpir obras de arte con esos bloques de mármol todavía toscos que encontramos y que podrían transformarse, al menos para uno mismo, en obras de arte que reflejarán momentos vividos en el pasado.
Un ejemplo digno de mención sería el de Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592) que, desilusionado de lo real, se encerró en su castillo y a la edad de 38 años comenzó a dar forma a sus experiencias en sus «Essais», matizándolas y acercándolas al terreno de lo pensable en que experiencia y sabiduría se conjugan para ser el espejo de lo que iba sucediendo en el exterior. Todos aquellos recuerdos, como los nuestros, dejan ver ahora una mezcla de melancolías con atisbos de gozos que él logró reconstruir en sus escritos. A todos nos ocurre que la simple recomposición de un recuerdo nos acerca a contemplar su reflejo en el pasado; de ahí la tendencia a rellenar páginas de diarios o a escribir memorias.
Tendemos a imaginar estos paraísos artificiales de los que nada ni nadie nos podrán echar, pues de ser así quedaríamos impotentes al desnudo y los recuerdos cobrarían aún más profundidad de la que nos sería imposible evadirnos. Con el paso imparable de los años, según va el tiempo acumulando sabiduría, caemos en la cuenta de que se trata de recomponer los trozos tan bien descritos en aquel poema breve de Antonio Machado que aprendiera de niño y que, a pesar de lo efímero del tiempo, no he logrado borrar de mi memoria: «Cuando recordar no puedo, / ¿dónde mi recuerdo está? / Una cosa es el recuerdo / y otra cosa es recordar».

HECHOS Y DICHOS
Somos nuestra memoria. Somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. José Luis Borges

PROVERBIO CHINO
La tinta más pobre de color vale más que la memoria rota.

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