Esta crisis, a pesar de que algunos ya la preveíamos (mis artículos de septiembre – octubre 2007), pues los indicadores de crecimiento que tanto alababan los políticos no eran tales y había que ver dónde exactamente se crecía y dónde éramos deficitarios, ha cogido desprevenidos no sólo al gobierno, sino al resto de administraciones, especialmente las locales, que tampoco vieron venir lo que se avecinaba.
Como consecuencia de esto, ahora hay que sacar dinero de donde sea, pues, al realizar los presupuestos, no se tuvieron en cuenta los condicionantes de la crisis, y los ingresos no están siendo acordes con los mismos. Los impuestos establecidos hasta ahora no se pueden subir, pues sería una medida impopular electoralmente, por lo que hay que apretar en otros aspectos, como son las multas de tráfico y estacionamiento, las retiradas de vehículos de la calzada, la imposición de vados a personas que no los necesitan, etc., medidas éstas que tampoco dejan de ser impopulares, pero que pueden afectar sensiblemente a un electorado fiel al partido de turno, ya que hay que incrementar los ingresos para cubrir el presupuesto aprobado.
En las épocas de crisis, lo primero que uno tiene que hacer es apretarse el cinturón: gastar menos, administrar bien nuestros recursos económicos y no adquirir aquello que realmente no precisamos, así como también controlar los servicios que más cuestan, por ejemplo el alumbrado público, que muchas veces se encuentra encendido de día. En una palabra, esto nos lleva, aplicado a las administraciones, al control del gasto público, buscando una profunda austeridad y, al mismo tiempo, una mayor productividad de los servicios a los mismos costes.
Hace unos días, en los telediarios de Antena 3 Televisión, pudimos apreciar todos los televidentes de ese momento y en esa cadena las impresionantes colas de personas que acudían a las oficinas de desempleo, apreciando sensiblemente las carencias de los servicios administrativos, pues, ante colas de más de 120 personas, solamente atendían a 50 ó 60, dejando al resto sin atender, las cuales tenían que volver al día siguiente a las 3 ó 4 de la mañana para poder coger número y ser atendidas. Esto seguramente es progresismo, pues en unos locales donde había establecidas siete mesas de trabajo y atención al público, solamente había dos personas atendiendo, aunque la administración actual, poniendo parches como siempre, anuncia la incorporación de 1.400 nuevos funcionarios al sistema, por lo que seguimos en el progresismo burocratizado y costoso para los ciudadanos.
Hace poco tiempo que, desde los gobernantes, se anunciaban papeles para todos. Hoy, mostrando una gran insolidaridad, se dice que, si existe un puesto de trabajo, éste será para los ciudadanos españoles, por lo que no se firmarán contratos en origen. ¿Qué van a hacer los productores de fresa de Huelva, por ejemplo, que contratan en origen a más de 40.000 personas porque en España no encuentran mano de obra? ¿Qué van a hacer los productores de Almería, que precisan una gran cantidad de mano de obra para los invernaderos y contratan en origen? ¿Querrán los españoles hacer estos trabajos? ¿Absorberán todo el paro de la construcción, que en su mayoría son inmigrantes? Veremos qué es lo que va a pasar y donde está ahora el progresismo.
Carlos García
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