María Jesús Díaz Puebla
Concejal del Grupo Municipal Socialista
Comienza un nuevo curso, y comienza como viene haciéndolo desde hace años. Dicen los políticos del PP que con «normalidad». Y sí, lo hace, una vez más, con la anómala normalidad que viene haciéndolo desde hace décadas en nuestra ciudad.
Con colegios instalados en barracones, con unas ratios que según el STEPV -sindicato mayoritario en la enseñanza- superan los 25 alumnos por aula, y con unos problemas de interinidad en el profesorado que provocan la falta de continuidad y el desconcierto ante una situación laboral precaria que repercute en el alumnado.
El dato sobre el fracaso escolar que da el sindicato mayoritario ya no es que sea preocupante, es que empieza a ser espeluznante. Ronda, según la organización de docentes citada, el 40%; una cifra de la que no se puede culpar al alumnado, y creemos que tampoco al profesorado, sino a unas políticas que desde la Generalitat parecen enfocadas a no solucionar nunca el problema de la enseñanza en nuestra comunidad.
Por una parte, las instalaciones en centros de barracones, se diga lo que se diga desde la administración local o autonómica, repercuten en la calidad de la enseñanza. A esa situación se suma la ya mencionada interinidad del profesorado, que va cambiando de destino curso tras curso. Y si a eso se le añade el gran número de niños de otros países, con idiomas diferentes, que en ocasiones no cuentan con el adecuado número de profesores de apoyo, ya tenemos el cóctel siniestro, el dislate de una enseñanza que no va a solucionarse nunca, y menos con las medidas que propugna el señor Alejandro Font de Mora, al que se le llena la boca de hablar de disciplina y trabajo, del viejo concepto de que «la letra con sangre entra», ignorando, entre otras cosas, que el país que figura en el famoso Informe Pisa como uno de los que mejores resultados docentes obtiene es Finlandia, donde se plantea la enseñanza como un juego destinado a interesar y divertir a los niños, lejos de ese concepto obsoleto y casposo del sufrimiento en el aprendizaje.
Y, como si esas situaciones no fueran suficientes, ahora la Generalitat nos vende la importancia de que se hablen tres idiomas -importancia que nadie va a negar a estas alturas-, pero que al señor Font de Mora sólo le sirve para defender la idea de que la Educación Para la Ciudadanía se imparta en inglés, y sólo para poder de alguna manera boicotear una asignatura que existe en toda Europa, con el fin de formar a los chavales en valores democráticos y de tolerancia, que al PP parecen no gustarle mucho.
Un dislate y una contradicción más en una enseñanza que este curso, de nuevo, comienza con la misma anómala normalidad de siempre. Altas ratios, barracones, interinidad del profesorado, un alto índice de fracaso escolar… y un concepto casposo y antiguo de lo que debe ser la enseñanza.
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