¡Mi adorable Galicia! Pareces no levantar cabeza luego del chapapote, los incendios, el incremento de accidentes en que los coches «vuelan» hacia las casas: el índice de asesinatos de mujeres, por la violencia de género… Ahora, la última «puya» infligida a tu bella tierra y sus nobles gentes es el problema de las vieiras amnésicas, pescadas por hombres y mujeres mariscadoras, y vendidas a los restaurantes para su uso, pero, por lo visto, creo que llevan enzima nociva para el consumo humano, el patopáncreas que, a corto o largo plazo, produce amnesia. A ese respecto, detuvieron a doña Toñi Vicente, restauradora, y la pobre no tenía idea ni del asunto. Sanidad está inspeccionando otros establecimientos donde se sirve ese exquisito fruto del mar, para requisar, analizar y destruir, en caso necesario, a los moluscos. Hace cinco años se prohibió la venta descontrolada de los bivalvos, excepto en su época y revisadas por las autoridades sanitarias, ante el temor de una anomalía como la presente. ¡Quiero, noble tierra de la cornisa noroeste, que ésta fuese tu última desgracia! Como dice el refrán, «parece que te ha mirado un tuerto». A propósito de las conchas del peregrino, se me ocurre un chiste, simplemente para quitar «hierro» al asunto: Va un «pazeiro» (dueño de un pazo), al que le había tocado la lotería, habiendo prometido que, si tal cosa ocurría, se pondría «morado» comiendo dicho manjar: llega al restaurante y pide todas la vieiras de la vitrina; una vez se las hubo comido, le pasan la factura y él, que era muy avispado y tacaño, le dice al camarero: «Oigame… esta comida me produjo amnesia y no sé si ya le pagué el importe de la comida, así que… ¡¡¡Adiós, muy buenas!!!». Lo dicho, y buena suerte de una vez para Galicia.
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