Vaya tangana que está organizando el PP con este asunto. Hasta el mismísimo «adalid de la investigación periodística» de la prensa escrita, el director de El Mundo, dice que es una cortina de humo para tapar el Gobierno la crisis económica, o el propio Rajoy dice que su familia estuvo en el lado de los no vencedores pero que eso no toca. Fraga dice que en ambos lados hubo muertos. Otro erudito en la materia, el sr. Rodríguez, portavoz del Gobierno del PP en tiempos de Aznar, dice que por qué ha de iniciarse la investigación el día 17-7-1936 y no otra fecha aleatoria, como el inicio de la Segunda República, etc. También dicen que no corresponde al magistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, iniciar esta investigación; como podrán observar, todos los afines al PP están anteponiendo infinidad de subterfugios y palos en las ruedas para que esta Ley no sea aplicada en su totalidad. En los dos lados hubo muertos, nadie discute eso a estas alturas, pero los que sí fueron asesinados vil e ignominiosamente son las víctimas que se produjeron a partir del final de la Guerra Civil, 1-4-1939, y durante muchos años en la década de los 40, murieron asesinados miles de españoles en las tapias de los cementerios.
Cuando se produjo la transición política española en el año 1977, todavía las heridas estaban abiertas para muchos, y decidieron, justamente los perdedores y perseguidos de la Guerra Civil, que era hora de iniciar un nuevo periodo democrático. No obstante, si se tensaba demasiado la cuerda se corría un peligro de una involución y ruido de sables, como de hecho ocurrió años después con el asalto al Congreso de los Diputados por Tejero.
La muerte violenta no tiene justificación en ninguno de los dos bandos, pero los muertos «nacionales», después de la terminación de la Guerra Civil, fueron reconocidos en todo el país como «Caídos por Dios y por España», como así figuraba y aparecía en las inscripciones en la entrada de todas las parroquias españolas donde había habido este tipo de muertos. Las familias de estas personas recibieron el agradecimiento y muchas veces beneplácitos en la otorgación de favores (por ejemplo, a las viudas se les daban licencias de trabajo, como poder regentar estancos, etc.). Sin embargo, las familias de los que murieron en el otro bando, no solamente no recibieron prebendas, sino que estuvieron represaliadas muchos años y tenían que ir por la calle con la cabeza agachada. Lo único que piden los descendientes de estos familiares es que se les reconozca que no fueron unos apestados y que se les dé un entierro digno como se les dio a los del bando ganador. Con esta actuación, quedarían las heridas cerradas y se podría pasar con dignidad la última página de la Historia reciente de la Guerra Civil Española.
Joaquín Garrido Mena
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