Que hace unos meses, determinados mandatarios sudamericanos, como Evo Morales y Hugo Chávez, ya preconizaban las nacionalizaciones de determinadas industrias y servicios de Venezuela y Bolivia.
La derecha mediática española se escandalizó, hasta el punto de demonizar dichas acciones propias de países bananeros, antidemocráticos y comunistas, y donde responsabilizaban de alguna manera al gobierno de Zapatero de connivencia con estos países; resulta paradójico que esta misma derecha tilde ahora a Zapatero de «amigo de los banqueros».
Pasados unos meses, el mundo se ha vuelto al revés. Ahora los países más conservadores del planeta preconizan la nacionalización de la banca, ante la crisis financiera mundial.
Desde los EEUU, con su presidente Bush, han establecido garantizar la banca norteamericana con los fondos del estado. Toda Europa se ha sumado a la idea del patrón mundial, cada país con matices distintos. Inglaterra ha preconizado sin ninguna tibieza y sin ningún tipo de complejo la nacionalización de la banca. España, a través de su Gobierno, ha venido a expresar lo mismo, pero «nacionalizar», sólo en caso de necesidad. Seguramente, y salvaguardándose el sr. Zapatero del impacto de la derecha española y de la banca, no se haya atrevido a verbalizar la terrible palabra «nacionalización», como su homólogo el primer ministro inglés.
El problema radica fundamentalmente en la pésima gestión de los bancos americanos en relación con las hipotecas basura, que han arrastrado al mundo entero. Lógico sería pensar que tal debacle la solucionen y paguen aquellos que la han ocasionado.
D. Emilio Botín manifestaba hace unos días que la banca española gozaba de una gran salud y que no necesitaba nacionalizarse.
Hasta aquí todo correcto, pero parece que sí hay un pequeño matiz, y es que la banca española necesita liquidez, es decir, necesita «dinero fresco», para lo cual el santo Estado inyectará dinero público al sistema financiero para que éste no se colapse.
Si el Estado ayuda económicamente a la banca o a otra actividad económica, que lo haga de la misma manera y forma que ésta lo hace con el resto de los ciudadanos, bien a través de sistemas de crédito, con sus intereses correspondientes, o bien a través de la bolsa, comprando acciones cuyo titular sea el Estado, por el monto que sea el empréstito.
Esto parece ser que al señor Botín no le gusta, que el Estado sea accionista y dueño parcial del negocio, pero los tiempos vienen así y si el Estado hace un préstamo, queremos los españoles que sea con todas las garantías, de la misma manera que la banca lo hace con el resto de los ciudadanos.
Recordemos que una de las actividades más lucrativas y con unos beneficios más astronómicos es la de la banca. Por eso no podemos ni debemos permitir que, con el dinero de los españoles, y en tiempos de crisis financiera, ayudemos «sin más ni más» a los más poderosos económicamente, en detrimento de no poder emplear más dinero en los Presupuestos Generales del Estado para políticas sociales.
Joaquín Garrido Mena
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