La muerte no es el final

Ese verso que trasciende y da vida a las estrofas del himno hermoso y emotivo que cantan nuestros militares en las honras fúnebres ha sido, desgraciadamente, protagonista en estos momentos de luto para España.
Sólo cuatro días de nada han pasado entre las dos/tres fotos fijas que tengo delante de mis ojos. El día ocho, el Príncipe de Asturias completaba los desplazamientos efectuados a las misiones militares de nuestras tropas en el extranjero, con su visita al Líbano. Y lo veo sonriente, saludando a una soldado, firme ante él y ante la mirada atenta, pero seria, del General Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Había visitado antes a las destacadas en Bosnia, Kosovo y Afganistán.
Pero, mientras seguimos aquí oyendo a nuestros políticos en pelea dialéctica permanente, contumaces como ellos solos, en si son galgos o podencos, si misiones de paz o de guerra, o no o sí, la segunda foto fija es del martes. También es de ese Príncipe, que ya no está risueño, sino lloroso en Pontevedra, en un funeral, besando las manos a las dos viudas desconsoladas de dos de los nuestros que han vuelto a España, su país, en sendos ataúdes desde Afganistán. El Arzobispo castrense, en la homilía, hace su reflexión en voz alta con contundencia, lamentándose del pago que se recibe aquí en la tierra, cuando se siembran apoyos y protección, y libertad y deseos de paz a raudales…
Y sí, la tercera foto fija que hemos visto repetidas veces es la del compañero, tieso como una vela, cabeza al cielo y ojos cerrados, con una lágrima gorda surcándole la mejilla cuesta abajo, oyendo ese cántico a la muerte que delante tienen y que se lleva mucho también de su propia vida y de la de los demás. La emotiva y cálida alocución de nuestra Ministra de Defensa, ensalzando la labor de los hombres de nuestro Ejército, a todo expuestos, por la causa de la libertad y la seguridad nuestras y de todo el mundo libre, nos hace pensar que será complementada con una continuada y razonada petición al Ejecutivo, en el que ella se integra, de renovación de material y si fuera necesario mas contingente.
Y termino ensamblando el verso que da título a estas letras, con las palabras de Pablo de Tarso, entonces dirigidas a los Tesalonicenses, y curiosamente proclamadas en la Liturgia del domingo pasado. «Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza». Sueño pensando que en ellas se inspirara el autor de esa letra de ese himno militar por excelencia, cantado por ellos en circunstancias de dolor inmenso…

JortizrochE

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