Hoy en día, los medios audiovisuales, como televisión, películas, etc., nos están mostrando la crueldad que existe en el mundo, y lo más lamentable de todo esto es que va «in crescendo» en la mentalidad de muchas personas.
No solamente encontramos la crueldad en las guerras que existen declaradas formalmente como tales, sino que la encontramos al orden del día en las actuaciones terroristas, en los campos de concentración de prisioneros y en la vida social.
La crueldad de los terroristas es innata, pues, teniendo conocimiento de que sus reivindicaciones no van a ser aceptadas nunca por medio de la violencia y la falta de diálogo, la ejercen a sabiendas del mal que realizan y constituyendo de ello una profesión. Para ellos no existen las personas, solamente existen las víctimas que cuantifican con sus crueles atentados que siembran el horror y el desconcierto en la sociedad. No sienten humanidad; para ellos solamente valen sus intenciones, con desprecio absoluto sobre la vida de los demás, sin sopesar el daño que realizan en personas que nada tienen que ver con sus ideologías, pensamientos o intenciones.
Otro aspecto de la crueldad lo encontramos en los vencedores sobre los vencidos, o sea, en los campos de prisioneros, donde, con un desprecio total sobre la dignidad humana y de las personas, se menoscaba la integridad del ser humano con crueles actos que, en definitiva, solamente conducen a una denigración del que los ejerce con una carencia absoluta de moralidad y respeto por la persona. En lugar de seres humanos, se convierten en máquinas de hacer daño, ya que en su cerebro y en su alma no tiene cabida ningún sentimiento que les dignifique como personas.
Lo más lamentable de todo esto es que, subliminalmente, esta crueldad está llegando a nuestra sociedad, y ya la vemos como normal. Pasamos olímpicamente del sentido de posesión que nos está generando el consumismo al que estamos sometidos, no importa matar a nuestra pareja, a nuestro padre o hermano con tal de satisfacer nuestras necesidades de individuo, porque es eso, nos estamos convirtiendo en individuos y estamos dejando de ser personas. «O eres mía o no eres de nadie».
¿Qué se puede pensar cuando, en clínicas de nuestro país, se asesina impunemente a los 7 y 8 meses de embarazo a niños que nacen y se trituran en una máquina a cambio de dinero, cuando el aborto, ya por sí solo y en mi modo de pensar, es un asesinato? Hitler, al menos, esgrimía un odio y una crueldad hacia una raza, pero en los casos que nos ocupan, la única razón para matar es el dinero y el egoísmo de la crueldad.
Si usted quiere asesinar a una persona, se dice que no tiene más que entrar en Internet y, por 5.000 euros, tiene el servicio completo.
¿Y qué nos lleva a todo esto? Pues ni más ni menos que la falta de espiritualidad en nuestra sociedad, hecho que viene siendo denunciado por intelectuales de nuestro país, sociólogos, etc. Pues esta falta de espiritualidad nos hace débiles a las influencias externas que venimos padeciendo, llevándonos a la pérdida de nuestra identidad moral como personas.
Carlos García
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