Llegan a su fin las intensas noches de Habaneras, que hemos tenido el privilegio de disfrutar -en el marco incomparable de las Eras de la Sal-, cuando la suave brisa refresca el ambiente de la noche torrevejense, en el cálido verano. La cadenciosa música inunda todos los rincones, al igual que los corazones de los allí presentes, con el compás del dos por cuatro. Son noches muy especiales, para quienes sienten a Torrevieja y el encanto de sus habaneras, que invitan a sumergirse en ellas y a olvidar todo lo demás. Fuera queda aquello que nos genera malas vibraciones, allí no hay lugar para eso. Todo lo malo se olvida, queda al otro lado de la puerta de las Eras: los golpes que nos da la vida, las enfermedades que acechan constantemente, las dimisiones que se empiezan a producir, las muertes inesperadas que acongojan, las locuras individuales o colectivas que dañan a mucha gente, las corrupciones que denigran a las personas y llenan los bolsillos de algunos, los atentados terroristas, que no solucionan nada y causan tanto dolor a muchas personas inocentes… Todo queda apartado de ese precioso lugar, lleno de paz y serenidad, a orillas del mar Mediterráneo, impregnado con la suave música de las habaneras, difundidas en todos los idiomas y colores, con esa vistosidad tan agradable, que ilumina el ambiente, con la suave luz y el susurro del mar que la refleja, en toda su belleza, bajo un cielo lleno de estrellas.
Son noches tan especiales como para no olvidarlas, también para reencontrar a los amigos que hace tiempo no veíamos, con ese ritmo de vida tan estresante que nos absorbe cotidianamente, en un maremágnum de pequeñas -y grandes- cosas en las que vamos enredados, sin apenas darnos cuenta de que la vida va pasando sin sentir. Disfrutemos cada día, que es único e irrepetible.
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