¡Empacho, empacho… empacho! Ésa es la tónica de las post-fiestas. Entre los atracones de dulces, el tabaco, alcohol y alguna que otra sustancia tóxica, estamos aviados. Si los que somos comedidos las pasamos canutas, imaginaos los que se han pasado de rosca. Ahora vienen los propósitos del nuevo año, sobre todo adelgazar y dejar de fumar: es el clásico típico-tópico de los primeros de año. Un buen remedio e inocuo (salvo excepciones), es tomar 2 ó 3 dias el zumo de un limón recién exprimido, sin agua ni azúcar, así, al natural, en ayunas; esperad 1/2 hora y luego desayunad como siempre. No creo que sea el momento de hablar de las exquisitas sopas de ajo que hacia mamá, luego de las copiosas comidas de Navidad y Semana Santa, con sus torrijas. ¡Entonces había más hambre que ahora! En marzo o abril, se olía a kilómetros el aroma del potaje de garbanzos con espinacas, cardillos, collejas o bacalao, y las tortillas de ajo y perejil con pan rallado que, cortado en cuadritos, cocían y cocían en el caldo, o bien las patatas guisadas viudas, apenas con un sofritillo de ajo y cebolla, perejil y laurel. El secreto estaba en la lenta cocción, pues a las 6 de la mañana ya hervían las viandas sobre el fogón de la cocina de carbón y leña. Hacia la una, sacaba el caldo aparte: si era de cocido, ponía unas veces ajo y perejil con arroz y otras yerbabuena con fideos de cabellín. También nos deleitaba con la sopa de fideos gordos y almejas o la de chirlas con mucha verdurita picada y cuadritos de jamón serrano y patata. Era una cocina pobre, porque no se podían hacer florituras con lo poco que se ganaba, más siendo cada día a la mesa al menos 20 comensales. A pesar de la falta de nutrientes como el pescado o ternera, nunca había ninguno enfermo, porque la salud, dicho por los antiguos médicos, entraba por la boca. ¡Con un poco de ejercicio y privándose de grasas y dulces, aún no es tarde para recuperar la silueta y dar el «do de pecho» en el 2009!
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