Johann Wolfgang von Goethe (1749-1830)
He estado siguiendo la pista a una de las frases mas enigmáticas que haya nunca movido la pluma de tantos escritores y críticos, pues ven en las palabras de Goethe una crítica al uso del hablar como exclusiva del hombre, pero que a su vez nos implica en un juego de determinantes que nos reduce al nivel del resto del cosmos del que pretendíamos sobrepasarnos.
Fue el escritor germano quien enfatizó más claramente el carácter acróstico de ambigüedad de todo lo que expresamos al hablar con otros. Ya lo había esclarecido años antes, en el siglo XVI, el vate inglés William Shakespeare con un juego de letras en mayúscula que habría que leer horizontalmente en el título de una de sus obras maestras: «Much Ado about Nothing» es decir, MAN, que se traduciría por el adagio «Mucho ruido y pocas nueces», la síntesis del doble equívoco de la existencia del hombre cuando se mueve hablando en la escena del teatro de la vida, implicándose entre el Ser y el No Ser.
Goethe, sobre todo al componer su obra maestra sobre el pacto del Doctor Johannes Fausto con Simón el Mago, al no haber logrado que la palabra expresara propiamente sus pensamientos y emociones, se refugió en la magia de los antiguos como única salida al conflicto humano. El héroe Fausto se expresará más bien con gestos y alardes que le acercarán al de la adivinanza de lo que se pretende expresar. Schumann, en cambio, trataría de escapar a este concepto de juego de letras que forman las palabras a través de lo que definiría como ritmo interior del lenguaje, que él matizaba como arpegios y melodías.
La informática ha tomado en serio la problemática de los vocablos, utilizando más y más signos de visualización gráfica como sistema de simbiosis que no precisa de palabras para dejarse entender. Se emplea ya en la infinidad de logotipos en algunas metrópolis para evitar los decibelios de los ruidos de una civilización que parece propensa a este maleficio. Por el contrario, «se ha dicho sobre los dichos de antaño» que son la conjunción de la razón en la economía de los vocablos, y los utizamos a veces sin caer en la cuenta de esta especie de compenetración que nos acerca aún más a quienes nos atienden. También utilizan esta técnica algunos animales como el caballo, quien, cuando no le gusta algo, nos lo hace saber agachando las orejas hacia atrás en vez de relinchando.
Y quisiera terminar el tema sobre el carácter ambivalente y polémico de las palabras con otra observación de Shakespeare que dictaminaba que son el buril agudo de doble filo cuando pretendemos defender lo que decimos, pues, según él, «estos puñales, en vez de agitarse con la mano, podrían formar parte de los vocablos más funestos», sobre todo si se utilizaran a destiempo.
HECHOS Y DICHOS
Toda palabra dicha despierta una idea contraria. Johann Wolfgang von Goethe
PROVERBIO PERSA
La palabra bajo control es tu sierva, pero cuando se te escape será tu dueña.
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