Me han escrito desde una isla; me han escritos palabras tan hermosas como esas que dicen que te aprecian, que se sienten orgullosos/as de tenerte por amigo, por ser como soy en muchos sentidos. Y todo eso es digno de agradecimiento, e incluso para sentirse bien en tu propia piel. Ya dijo el sabio que «hay gente que te quiere y otra gentuza que te quiere difuminar del mapa». Es evidente que nos encontramos en unos días plenos de supuesta armonía, felicidad hipócrita, hipócritas en cada esquina que te van saludando con la falsa sonrisa de siempre… y toda esa parafernalia del supuesto amor hacia las gentes del planeta. Uno, que tampoco anda a la zaga de todas estas historias, y siendo consecuente con saber que estoy rodeado de gentuza por metro cuadrado (menos esas pocas personas, familia y algunos amiguetes), y después de casi dos años saliendo a escena quincenalmente, debo decir que me siento mejor felicitando al personal en general para estos felices días: a los que se fueron y estarán en el cielo (creo, sin mucho convencimiento), a los que están desahuciando los puñeteros bancos en connivencia con los partidos políticos mayoritarios y las leyes que no quieren reformar, a los ministros bravucones que crean conflictos donde no existen, a los que tienen supuestamente cuentas en Suiza y dicen ser más patrióticos que Franco, a los que se están llevando el dinero a mansalva de este país y también dicen ser llamados hijos de buena sangre, a los que nos escupen en plena calle pensando que son superiores porque son de otra ideología distinta y distante a la tuya, a todos aquellos que estos días no van a poder disfrutar ni tan siquiera de una pastillica de turrón por falta de currele, a los que tienen ilusión y se sienten emprendedores y tampoco reciben ayuda de ninguna parte, a los políticos que siguen gastando muy mal el dinero de los contribuyentes, ya sea en fastos irrefrenables o fiestas innecesarias o eventos consuetudinarios que no sirven para nada, a todos aquellos políticos que les gusta más salir en la foto que a un tonto un capirote, a toda esa caterva de tertulianos que nada más dicen verdaderas chorradas creídos de que sus púlpitos van a misa… y, por supuesto, que no quiero que se me olvide, también a todos los que están entre rejas por haber cometido alguna que otra fechoría, y a los que probablemente ingresen en chirona por haber cometido durante mucho tiempo -algo más de veinte años- fechoría tras fechoría, unas más gruesas que otras y otras de menos calibre que algunas, y que al final, por más poderoso y todoterreno que se crean, les dan una patadita en el culo y a salir por la puerta de atrás con todo su pelo y toda su lana. Y es que al final es evidente que Dios castiga -o los jueces- y no con palos. Viva la metáfora.
Así que felices fiestas a todos, a los buenos, a los malos y a los regulares. Tengan unas buenas Navidades, y que el próximo año 2013 no nos pillen nuestros gobernantes con el carrico del helado, que suele decirse en el argot del pueblo soberano. Y que este periódico quincenal tenga larga vida, con toda su plantilla al completo. Suerte.