Javier Manzanares Solivelles
Secretario Administración PSOE Torrevieja
El pasado 27 de junio, los torrevejenses asistieron a la esplendorosa inauguración de un nuevo templo en Torrevieja, la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. En lo personal no soy amante de los grandes fastos, llámense bodas, bautizos o cumpleaños a gran escala como el que se celebró no hace mucho en el centro cultural Virgen del Carmen. En esa ocasión, celebraban los 20 años de «pedrismo» o algo parecido. Entonces, como ahora, también hubo comida y bebida, cortes de calles, policías y cohetes. Muy parecido a lo del viernes 27, aunque sin Obispo. A pesar de este último detalle, podemos asegurar que, para muchos, este acontecimiento fue percibido como una celebración tal y como Dios manda. Incluso el sr. Camps tuvo un papel importante. Dije antes que estaba opinando en lo personal. Parece que en lo político, y más en lo político relacionado con el PP, sí que gustan esta clase de acontecimientos con invitación incluida.
La nueva Iglesia ha costado 12 millones de euros. Con ese dinero podrían (y sirva sólo como ejemplo para entender la importancia de la cifra) haber construido dos institutos. Ya sé que se me dirá que la empresa Jost ha asumido el coste eclesial. A cambio, se lleva la explotación por 50 años de un parking en el centro de Torrevieja. El Ayuntamiento sabe que es un negocio difícil, por eso colabora disminuyendo a todo trapo los aparcamientos, vía ensanchamiento de las aceras, y actuando sobre las esquinas. Puestas así las cosas, no tendremos más remedio que aparcar pagando porque no quedaran aparcamientos gratuitos; dicho esto sin contar que abonamos un Impuesto Municipal de Vehículos de los mas altos de toda España.
Para terminar, y volviendo a las celebraciones, es de destacar la presencia de dos estrellas mediáticas de lujo: el presidente imputado Camps y el Obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Rafael Palmero, el mismo que el pasado 27 de enero dijo textualmente que «la homosexualidad es una enfermedad» y, en alusión a la violencia de género, que «antes, las mujeres tenían más aguante». Si añadimos a estos ingredientes un castillo de fuegos artificiales y al sr. Camps diciendo que Torrevieja es el corazón de Europa, les aseguro que la fiesta está servida. Eso sí, una fiesta rancia, propia de la España de los 60, y con el final previsto: los ciudadanos ponemos el terreno y los de siempre van al cielo. No es justo.
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