Dentro de nuestra sociedad nos encontramos, en relación con el aspecto religioso y espiritual, con un gran desconocimiento y, debido a tal, tenemos personas agnósticas, no creyentes, ateas y creyentes, dentro de estas últimas podemos distinguir entre practicantes y no practicantes. Esto hace que en algunos grupos radicales y poco democráticos nazca un odio hacia la Iglesia debido a que ésta no se acomoda a sus pretensiones y reclamaciones que se encuentran fuera y muy lejos de la ley natural. La gran mayoría de estas personas desconocen que la Iglesia no son sus edificios, el Papa y los obispos que representan a su jerarquía o los religiosos y religiosas de los conventos, tienen que conocer que la Iglesia es el conjunto de todos los bautizados y no como muchos creen que es una Institución de Poder contra la que usan la instrumentalización y el desprestigio.
Estamos presenciando en los medios audiovisuales como muchas personas, especialmente mujeres, se están manifestando en contra de la nueva ley contra el aborto, incluso los mal llamados progresistas la tachan de retrograda y antigua, cuando el progreso en sí es lo que genera la vida y no la muerte.
A pesar de que esta nueva ley está siendo preparada y promulgada por un partido político y sobre la cual la Iglesia no se ha pronunciado en lo más mínimo ni ha intervenido en su confección, los enemigos de la misma y el odio al que anteriormente nos hemos referido hacen que algunos grupos ataquen y violenten los templos mostrando el desnudo de mujeres, quemando alguno de ellos o queriendo expropiarlos.
La Iglesia, en salida, es una Iglesia con las puertas abiertas, está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. La Iglesia lo que únicamente hace es asumir su dinamismo misionero llegando a todos sin excepciones. Hoy y siempre los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio de Cristo. La Iglesia es la aldea global y la búsqueda del sentido.
Hoy en día los desafíos que tiene la Iglesia y su creencia en su Dios es ponerlo en su lugar, recuperar la centralidad de Jesucristo y abrirse a la acción del Espíritu Santo.
El hombre que sirve a la Iglesia tiene que hacer exhortación a la fe, su entrega a la esperanza y el servicio de la caridad.
Imagínense por un momento lo que pasaría con los más de mil quinientos millones de católicos, si la Iglesia fuese fundamentalista o se mostrase como las religiones musulmanas y judías en lugar de perdonar y asimilar los insultos y odios sobre ellos como hasta ahora lo viene haciendo.
Carlos García
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