Miguel Ángel Hernández Espinosa
Representante cultural del Grupo Municipal Los Verdes
y miembro de la Junta Rectora del Instituto Municipal
«Joaquín Chapaprieta» de Torrevieja
Siempre he detestado a esas personas agoreras que, cuando te pegas un buen batacazo, están ahí a tu lado para susurrarte esa frase malintencionada del «ya te lo dije». Así que no creo en los buenos y malos de película y siempre dejo el beneficio de la duda, esperando que tal vez alguien me sorprenda apartándose del camino marcado y dando una buena patada a lo que todo el mundo espera de él.
Casi cuatro meses separan mi artículo sobre la programación cultural de Torrevieja. Hacía un repaso a la temporada veraniega, y, cómo no, esperaba que todo lo acontecido se marchara con viento fresco para no volverse a dar. Pero llegó el invierno y, con él, Eduardo Dolón, concejal de Cultura, presentaba a bombo y platillo las 148 actividades que nos acompañarían en los tres meses de otoño – invierno. Y, hasta ahí, todo perfecto, si uno no se detiene a ver cita por cita todas las actividades culturales que, en palabras del concejal, estaban centradas en entidades locales.
Creo que casi todos coincidimos en que la cultura hay que empezar creándola desde dentro, desde la propia ciudad, y por eso es tan importante que las asociaciones dispongan de espacios para trabajar y que también después cuenten con espacios para mostrarla al público. Pero lo que no se puede es utilizar el asociacionismo para llenar íntegramente la programación, ya que en muchos casos no se especifica y da la impresión de que se trata de grupos profesionales que van a actuar en la ciudad. Nada más lejos de la realidad, son aficionados, y no debemos olvidarlo, porque todo «amateur» necesita un referente, un ideal para nutrirse de las propuestas que llegan nuevas a la ciudad.
El año pasado, la inversión de la programación cultural de invierno fue de cerca de 400.000 euros y el número de actividades era casi el mismo. Este año se ha invertido menos de la mitad, pero la calidad de los espectáculos ha caído en picado. Mientras el año pasado disfrutábamos de «Cabaret» y esto parecía que se iba a convertir en la Gran Vía de Madrid, este año nos vuelven a flagelar con los ballets rusos y las exposiciones de acuarelas con el mar de fondo. Supongo que debe de haber un punto medio en el que disfrutemos de actuaciones de calidad y, al mismo tiempo, podamos apreciar lo que se hace desde las asociaciones culturales.
De momento, es inevitable que durante esos meses hayamos tenido que desplazarnos por la Comunidad para conseguir ver algo que mereciera la pena. La historia acaba por repetirse, y este invierno se ha parecido demasiado a aquel verano. Recuerdo a aquellos que me dijeron: «ya te lo dije, todo va a seguir siendo igual». Aunque deteste a esos agoreros, he de decir que por esta vez ellos han tenido razón.
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