Sin querer perder la esperanza de que todo va a mejorar, vemos con indignación cómo sigue bajando el límite de la desvergüenza nacional.
Conforme surge un nuevo escándalo deja pequeños a los anteriores. Ahora son las tarjetas B, que se ha descubierto que toda una serie de «personajes relevantes» con sueldos altísimos, utilizaban sin medida. Mientras tanto, ordenaban a sus empleados captar los ahorros de toda una vida a ancianos y gente sencilla, con las famosas Preferentes. El cinismo parece no tener límite, en estos consejeros. La fórmula perfecta utilizada por el «amigo» del expresidente Aznar -metido por él a banquero- para tenerles cogidos y taparles la boca. Así podía hacer y deshacer a su antojo. Pero lo peor es que ahora ya no sabemos cuánto más habrá por descubrir. Dicen que lo van a investigar, pero ¿quién? Si al juez que intentó ponerlo en su sitio se le va a inhabilitar, como ya hicieron con el sr. Garzón.
Por si nos faltaba algo, trajeron el virus del ébola y es que a perro flaco todo son pulgas, como dice el refrán. La gestión que se hizo con esta enfermedad no parece la mejor. Con una señora ministra que, al parecer, tiene como mérito ser «amiga» del Presidente. Volvemos con los «amigos». Mientras se anteponga el «amiguismo» a la competencia y eficacia necesarios para un puesto, irá todo así de mal.
Entretanto, aquí, como en el resto de España, van surgiendo movimientos para hacer frente a tantos comportamientos indignos como se están dando en todos los estamentos sociales y políticos. En unos meses tenemos las elecciones y habrá mucho por decidir. Esperemos que no se suban a las nuevas siglas más «personajes» de esta catadura moral. Es el riesgo de siempre, el de separar lo podrido de lo bueno, que lo hay.
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