Ésta parece ser la proporción adecuada para valorar la vida de un ciudadano estadounidense respecto a la de un sirio: veinte a uno. Yo diría más: le han dado mucha más repercusión mediática a la decapitación de Peter Kassig que a los 18 o 20 (dos de propina) oficiales sirios que luchaban contra el Estado Islámico (EI).
Da que pensar, nos hemos posado en un cometa, nos preparamos para viajar en unas décadas a otros planetas, y aquí, en nuestra bola azul, no hacemos más que liarnos a tortas: guerras contra el terror, contra el infiel, que si petróleo por aquí, gaseoducto por allá… Medio mundo intenta imitar el estilo de vida americano y el otro medio lo quiere destruir. Unos dando la mayor difusión posible a sus decapitaciones y otros manipulando a la opinión pública para ocultar la carnicería que causan sus drones manejados por niñatos marines. Esto no tiene muy buena pinta: las petroleras y lobbys de EEUU abrieron el melón hace años, iniciaron un expolio masivo en Irak disfrazándolo de guerra contra Sadam y sus armas de destrucción masiva, y el «IVA» nos lo está facturando ahora el Estado Islámico con carácter retroactivo. Impresiona ver la resignación de los rehenes momentos antes de ser decapitados, parecida resignación tiene el ciudadano al constatar que, por mucho que se quieran cambiar las cosas, nada cambia.
Rafa Zamora Sancho
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