Aristófanes de Atenas y el tiempo de Pericles
Hoy nuestra crónica cambiará de rumbo en su análisis del comportamiento humano, analizándolo en una de sus formas más características, pues se trata del único animal que reacciona a situaciones imprevistas o curiosas, sonriendo o riéndose a carcajadas.
Los griegos creían que al cuerpo humano lo componían cuatro elementos líquidos: agua, sangre, la bilis amarlla y la bilis negra, que cuando estaban bien balanceados constituían los «humores», de donde proviene nuestro dicho: «Hoy no me encuentro de (buen o mal) humor». El ateniense Aristófanres es uno de sus mejores exponentes y en sus cuarenta obras, de las que sólo nos quedan once, alternaba la acción dramática con recitados en forma de coro. Su padre Filipo le introdujo al análisis de la conducta humana al escribir comedias sobre las transformaciones sociales e ideológicas en la Grecia clásica vinculadas a las guerras del Peloponeso. De entre las pocas que han llegado hasta nosotros, quizás sea la mejor conocida y más representada la que él tituló «Las Tesmoforias», presentando humorísticamente a dos heroínas ofreciendo sus ofertas a las diosas Deméter y a su hija Perséfone; por su posición feminista y la crítica sutil y graciosa de la vida política de su tiempo, hacen que su obra nos resulte una de las más representativas del tiempo de Pericles durante el apogeo de la cultura humanística en la Grecia clásica.
Y, para terminar esta crónica sin aburrir a mis lectores, les aconsejaría con Erasmo que la mejor manera de vencer el fastidio de cada día es no hacerle caso, a lo que Juanes y Juan Luis Guerra añadirían «pues a nosotros el aburrimiento nos ayuda a descansar». Voltaire iría más lejos al sugerir no dar demasiado la lata a los lectores contándoles chascarillos poco picantes.
HECHOS Y DICHOS
El verdadero sabio es aquel que, en vez de enfadarse, aprende de sus enemigos. Aristófanes de Atenas
OBSERVACIONES INFANTILES
Los gatos cierran los ojos para no aburrirse al no poder ver ratones desde su trono de dormilón.
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