Este año se han lucido con la selección de cantantes o «productos», como les gusta llamarlos a este personaje. Es poco el interés que va despertando en esta última temporada el concurso, pues vemos que, semana a semana, lo que fue un «boom» en su estreno se va desinflando conforme van pasando las galas y los gorgoritos y poses van agotando al más pintado.
Ante esto, tengo que decir que el programa sin Risto Mejide no tendría ningún sentido, pues él y sus broncas permanentes contra todo y contra todos son lo único que hace al espectador seguir sentado frente a la pequeña pantalla, a la espera del nuevo exabrupto del showman Risto.
En sus ataques no se salva nadie. Sus insultos valen lo mismo para un roto que para un descosido. Lo mismo le espeta a una chica al borde del llanto: «has estado más pendiente de tu escote que de afinar la nota» o comparar la muerte de la abuela de una concursante con la muerte de un canario, que porque el presentador del programa, Jesús Vázquez, les da la oportunidad a los chicos de pasar unas horas con un familiar, le dice: «Esto no es OT, esto es “El Diario de Jesús”».
En su reparto de leches no se salva ni el mismísimo jurado. Vimos hace dos semanas como se partía el «simpecado» porque un compañero se traspapeló y puso a parir a una niña y la expulsó del programa, mientras Noemí Galera le decía: «no cariño, no, tú sigues en la Academia».
Lo cierto y verdad es que, desde aquellas primeras ediciones de donde salieron Rosa, Bisbal, Bustamante, Chenoa, Manu Tenorio…, todo en este concurso ha cambiado mucho. Ahora, a lo más que aspiran es a irse una temporada a una isla desierta, o participar en alguna «tertulieta» de segunda.
Qué pena que para seguir manteniendo la audiencia de un «producto» en plena decadencia se tenga que recurrir a individuos como Risto Mejide…
La verdad, amigos lectores, a mí este Risto «Mejode».
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